La casa alba
pero tus ojos no creo,
tú verás del espacio sus fogatas
pero en mí a nadie.
lagrimeando en cada noche de pascua,
los niños correrán bajo los pinos,
y yo te diré en esa tarde lejana:
”tú ya no meces el garbanzo”.
y no habrá ni María ni Jesús
ni tú para arrullarme el pecho.
un cielo naranja, un escudo de hierro.
Ya no sé si tu suave arenal
entibia la mañana
o amarillenta la tarde.
que escurren entre los vientos un cometa;
las golondrinas después del verano van a casa
yo después de ti no sé a donde ir.
a enjuagarse entre mis dedos
acudirán mis brazos a morar en tus caderas
volverán mis palmas a tu cintura
haciendo círculos de fuego.
si la tarde
atardece entre dos tardes.
ha dejado de existir
siento que se haya ido
así.
porque hoy he muerto.
y lentamente cierra su ventana.
porque mi soledad es una alegría
difícil de aclarar.
aún después de muerto quiero sentir el aroma natural.
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