La Vida que
me distes
Renací en tu
carne cuatrocentista como la primavera de Botticelli.
Te elegí entre
todas, porque te sentí la más diversa y la más distante
Estabas en mi
destino. Eras el designio de Dios.
Como un bajel
corsario, sin saberlo, buscaba para anclar la rada más serena
Yo era el
principio de muerte; tú eras el principio de vida.
Tuve el
presentimiento de ti en la pintura ingenua del cuatrocientos.
Empecé a
amarte, antes de conocerte, en un cuadro primitivo.
Tu salud y tu
gracia antiguas esperaban mi tristeza de suramericano pálido
y cenceño. Tus
rurales colores de doncella de Siena, fueron mi primera fiesta.
Y tu posesión
tónica, bajo el cielo latino, enredó en mi alma una serpentina
de alegría.
Por ti mi
ensangrentado camino tiene tres auroras.
Y ahora que
estás un poco marchita, un poco pálida, sin tus antiguos
colores de
madona toscaza,
siento que la vida que te falta es la vida que me diste.