NAVEGAR EN EL CUENTO

Antonio Cáceres Ramírez

Diez narradores reunidos en un mismo texto: el ande y la costa de Ancash, concertadamente cohesionados; registros diferentes, diferentes temáticas; auspiciosos proyectos y voces que buscan una consolidación en el difícil proceso escritural. Navegar en la lluvia. Antología del cuento ancashino, Arteidea editores 2004 (segunda edición), de Ricardo Ayllón Cabrejos. Selección significativa e inevitablemente necesaria para la sistematización de nuestra historia literaria. Llena un vacío, porque ya resultaba imperante la presencia de un texto orgánico que diera cuenta de la(s) producción(es) literaria(s) en esta parte del país. A la vez de convertirse, desde el tópico literario, en un designio integrador y de  apertura dialogética entre las ciudades de la costa y el  ande. El proyecto cumple, también, la difícil tarea de deshomogeneizar la literatura, netamente centralista y canónica. Al respecto, Ayllón afirma: “confío en esta segunda edición de Navegar en la lluvia, termine por clarificar mi manifiesto propósito de recordar que los enfoques seleccionadores de la narrativa nacional se han sustentado casi  de modo exclusivo en la obra de creadores de Lima, y que se necesitó siempre un urgente y decisivo  proyecto descentralizador...” desde esta perspectiva la antología  cumple sus propósitos.

Si bien los antecedentes del  cuento en nuestra zona, se remontan a épocas prehispánicas (con la oralidad como discurso mayoritario), después de algunos siglos de decantación, todavía a inicios de la década de los cincuentas, se experimenta la irrupción de una nueva narrativa que rompe las fronteras monolíticas del aldeanismo; sin duda, con la importante presencia del autor de El Cristo Villenas y Los Ingar, como bien refiere Carlos Toledo Quiñones: ”Pero es con Zavaleta con la publicación  de El cínico (1948) que se inicia el  género como tal. Publica más tarde,  Los aprendices (1974), Relatos turbios (1982), Un joven una sombra (1993). El trabajo que realiza es introduciendo las nuevas técnicas narrativas de Folkner [Faulkner], Joyce, Wilde, entre otros” (Asterisco Nº 7, 2000). De acuerdo con el prólogo, éste es el parámetro seleccionante que propone Ayllón.

Autores consagrados (Zavaleta, Colchado, Ortega y Salinas) comparten espacio con narradores de contexto regional y nombres nuevos, que alternan en una dinámica que, sin dejar de mostrarse interesante, termina conformando un corpus integrador valioso. Para presentar a los antologados, tomaré como elemento distintivo el referente temático, y no me arriesgaré a la posición ingenua, de realizar una clasificación generacional. En la actualidad esta modalidad ha perdido el prestigio de los años positivistas como lo afirma Carlos García Bedoya: “Es notoria que la coetaneidad de un grupo de escritores implica que éstos reciben el impacto de similares circunstancias políticas, sociales o culturales, que suelen moverse en el mismo ambiente o recibir la influencia de maestros comunes. Pero no es menos cierto que frente a estímulos semejantes, diversos individuos reaccionan de maneras también diversas, e incluso totalmente contrapuestas: la unidad generacional resulta solo aparente, y encubre con frecuencia propuestas divergentes”, esta disquisición es aplicable a nuestra realidad tan diversificada por las múltiples experiencias transculturales que nos ha tocado vivir en el transcurso de la historia.

Así, encontramos literatura para infantes con Una rosa blanca, de Rosa Cerna Guardia; lo andino y lo cosmopolita en La primera mujer, de Carlos Eduardo Zavaleta; el mundo andino en sus diversas manifestaciones (por cierto, con disímiles logros estéticos) es soporte temático en Dios montaña, Fiesta grande Y Los damnificados, de los narradores Óscar Colchado, Macedonio Villafán  y Román Obregón, respectivamente; la realidad de la costa es ficcionalizada con sus tensiones político-sociales ( industrialización, migración, luchas sindicales, desarraigo, etc.) en Viaje nocturno de Julio Ortega y Los ataúdes de mi padre de Antonio Salinas. Dentro de este contexto Dante Lecca y Enrique Tamay presentan ficciones de calidad menor que exhiben aún ciertas inocencias en el manejo de las técnicas narrativas. Mención aparte merece Ítalo Morales con La venganza, donde desterritorializa el hecho narrado, dando preferencia al desarrollo psicológico de los personajes y al manejo dosificado de la tensión,  tal como exige el cuento como materia de ficción.

Si por un lado resulta saludable la inclusión de Morales, por otro, pienso que es notoria la ausencia de Olger Melgarejo (Aija, 1949), quien publicó en octubre de 2002 Mañana a esta hora, texto con presencia literaria importante. Pero por alguna situación ha debido quedarse en el puerto (que no se lea del olvido) y con seguridad que será tripulante firme de una tercera edición de este navegar en el cuento. Sin duda, el texto arroja saldos favorables, que confirma la dedicación y la capacidad de trabajo que despliega Ricardo Ayllón en la difusión de la literatura. Por tanto, esperemos que esta antología no sea señal de clausura, sino inaugure muchas antologías más.

 

 

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