El abrigo de mis sandalias
He despertado y mi casa sigue siendo una estera al filo del mar
busco el abrigo de mis sandalias
mientras mis hermanos duermen el sueño que yo no tuve.
Mi cilindro me espera con su mirada infinita
dejándose quitar un poco de agua fresca
y hacia mi hombro repta el roído maletín de trabajo.
Atravieso el inmenso arenal
para buscar un pedazo de pan
en el camino veo venir con una sonrisa
aflorando encima de su pecho al joven Salinas
agachándose de las balas que silban en el cielo despejado
sin soltar el pescado que bailotea en su mano tibia
Sonríe y me dice que hoy será el último cebiche que pruebe en el puerto
mañana se irá con su mochila al hombro como lo hago yo todo los días
a recorrer el mundo y descansar en el mejor rincón que encuentre
y en sus ojos se llevará a Chimbote atravesado como una espina
pienso que nunca volverá.
Llego a escondidas al mercado Progreso
sabiendo que Salinas está preparando el cebiche
con el temor de que lo encuentren y le agujereen el cuerpo
por haber hurtado un pescado
pero algo me dejará porque se metió en mi estera a esconderse
o les convidará a mis hermanos si es que despiertan.
Camino por las calles del mercado atestado de ambulantes
y empiezo a ofrecer las efectivas matamoscas que llevo ahorcadas en mi brazo
pero algo está por suceder
la gente rodea a alguien
se oye decir que llegó del mar aturdido por el canto de las sirenas
que fue traumatizado por los patrones de lancha por no saber nadar
yo no lo creo.
La gente se caga de risa cuando lo ven alzar su mano imponente
y ofrecer su anzuelo, su red, sus agujas pañeteras.
Todos se mofan: Mira ese negro, seguro que no ha comido por eso se pone así.
Su mirada es triste y valiente cuando habla de la pesca.
Mi compañero me dice: Mierda, es el Negro Moncada
mientras éste sonríe a la gente levantando nuevamente su mano firme
pidiendo que lavemos nuestros pecados
que ya es hora, hermanos, si no Chimbote seguirá siendo un barrio marginal.
La gente se esfuma como el humo de las fábricas
algunos sonrientes y otros persignándose por si las moscas
mientras yo retorno por donde vine
no me vayan a confundir con Salinas y me perforen el pecho
o con el Negro Moncada que acabo de conocer en el mercado
y me lleven los hombres de blanco.
Aunque más estoy pensando en mi cilindro y en mis hermanos
que todos los días me piden un pedazo de pan.