Los
durmientes
Róger
E. Antón Fabián
(A Zabulón
enamorado)
E
Pocos son los que
logran verlo cuando cruza de un sesgo el pasadizo. El salón
permanece, clase a clase, atiborrado de pobres y sufridos
insomnes reunidos de todas partes, que incluso pugnan tras la
puerta como aves por ingresar y ganar el primer asiento, zona
preferencial para lograr la tan ansiada y reparadora siesta que
han venido buscando por decenios.
Todos duermen,
incluso él (un gran dormilón, según sus propias palabras). De
pronto hecha un profundo bostezo lagrimeante, luego otro y otro,
hasta que al final también logra sumergirse y recuperar las
noches que perdió en un inconfundible cabeceo. Todo tras los
gruesos lentes oscuros para evitar ser descubierto y arriesgar la
plaza.
De vez en cuando
aparece la guadaña de la pesadilla y uno que otro alumno suele
gritar o tal vez hacerle una pregunta recientemente improvisada
en los vericuetos de su flamante sueño. El somnoliento profesor
que recién acaba de despertar, resuelve tal inconveniente con un
bostezo profesional o recurre a sus apuntes y, una vez más, el
alumno se adentra en una profunda modorra, hipnotizado como por
arte de magia.
La circunstancia
hizo que el alumno más fuerte del salón jamás asistiera. Era
el más fuerte y osado, por ello, en su clase primera e inagural,
todos los transeúntes, los enterados al momento y otros le
apostamos previa unánime cuota a que no resistía diez minutos
la pedagógica cura del genial profesor; pero aquel alumno
fortachón también cayó vencido en las impostergables redes de
la hipnosis magistral y luego transitó, antes de lo previsto y
muy rendido, por las elevadas cumbres del ensueño. Perdimos.
Nadie pudo lograrlo, nadie pudo vencer.
El secreto quizá
sea sorprendentemente el ensueño del amor: mirar desde la
ventanilla que se dibuja en la puerta semejante espectáculo de
durmientes ante su maestro hipnotizador, y que entre ellos
se encuentre la amada como única testigo del amado o
viceversa- y del mundo de sueño que los rodea. O matar al
profesor con toda suerte de hierbas e infusiones, o, en última
instancia todo un frasco de pastillas para el sueño.
Lima, 07 de mayo
de 1997