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Azágar

 

Santiago Azabache García “Azágar” (Trujillo, 21 de diciembre de 1969), es un poeta peruano de la llamada generación noventa. Hizo sus estudios escolares en el colegio Víctor Larco, de Trujillo. Entre 1989 a 1997 residió en Chimbote, donde, en 1991, junto a un grupo de estudiantes de la Escuela de Enfermería de la Universidad del Santa (UNS), integró el Frente Artístico Literario “TRINCHERAS”; asimismo, en 1993 fundó la revista cultural "El Universalismo". Ese mismo año fue laureado en los Juegos Florales "Enrique Cam Urquiaga" organizado por la Federación de estudiantes de la UNS. Al año siguiente, obtuvo el Primer Premio en Poesía en los Juegos Florales de la Universidad Privada San Pedro, galardón que volvió a obtener en 1995. Se graduó en Obstetricia y luego en Educación con especialidad Lengua, Literatura y Comunicación. Posteriormente, en Lima, hizo un curso de Arte y Literatura del siglo XIX en la Universidad Ricardo Palma. Entre sus poemarios publicados destacan Sueños a poesía (1994), De piedra y mujer (2004) y En noviembre y otros días (2007); y en narrativa Fábulas de un cibernauta (2015). Además de su tarea literaria se dedica a la docencia en el área de Comunicación, desde el 2007. Ha sido maestro en los colegios Santa Edelmira, de Trujillo, y San Ignacio, San Antonio de Padua, San Diego, Reino de los Cielos y Nuestra Señora de Lourdes, de Lima. También ha sido finalista en el 4º Certamen “Picapedreros” de Poesía, Guión y Microrrelato, España, 2014.


  POEMA


 

El Fin

Postrando mis barcos a los pies de un puerto
cuántas veces te he tenido, amor, a mi amparo.

 

Sobre mis rodillas
contemplé tu cuerpo blando, tu alma desnuda.

 

Consentiste que te quiera y te quise
como el delicado musgo aprieta la roca amada

 

Cuántas veces, ajena al giro del mundo,
sosegaste mi dolor de marino errante.

 

Tantas veces besando tu frente cóncava
te probé mi lealtad. Te quise mucho.

 

Y aún cuando un funesto día
la cúpula del mundo
fue asaltada por ejércitos de sombras,

no huí.


No supe que tenerte era el fin,
que nuestra feliz vida terminaba,
que la piedra no podría soportar más el arrebato del mar.

 

No volveríamos más a querernos
y uno de nosotros tuvo que seguir...





  Entrevistas:

“Mi vida real gira en torno a un poema, mi vida cotidiana una gran fábula; no conozco otro oficio que el seguir el camino de mis sueños”.

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DSC00006Azágar: “Chimbote era un libro mágico para la poesía”

 

Dentro de la pléyade de sus poetas, Chimbote tiene en Azágar (Trujillo, 1969) a uno de sus representantes más puros; puros, en el sentido de preservarse en la poesía de una manera casi frenética. Conocí a Azágar en Chimbote a inicios de la década del 90, y supe contagiarme de su espíritu místico y vehemente que siempre me habló al oído cuando pensé en las viabilidades mágicas de la poesía. Esta conversación con él, por eso, era un imperativo y una deuda personal.

 

Ricardo Ayllón

 

 

Publicaste tu primer libro de poesía en 1994, en edición artesanal. Muy pocos conocen este poemario. ¿Puedes hablarnos acerca de él y el contexto en que lo publicaste?

Ese libro se llamó “Sueños a poesía”, y apareció exactamente en octubre de 1994. Contiene poemas de esa época y de los primeros años en que hice poesía (1984 a 1993). Lo publiqué pensando en mis amigos que siempre querían tener en casa algo mío. El tema de ese libro fue el amor en primer grado, es decir, el amor a la amada, a los niños, a la naturaleza, y a Chimbote, por supuesto. Fue una edición artesanal porque no pensé que alguien se atrevería a apostar por mí, por lo que hacía, y eso que ya había publicado algo en revistas culturales de esa época, como “Futuro” y “Altamar”.

Luego de ello hiciste un largo silencio. ¿Qué ocurrió con tu poesía y con tu vida durante ese tiempo? Te lo pregunto porque no volviste a publicar sino 10 años después, el poemario “De piedra y mujer”, del 2004.

Mira, yo tenía ciertas crisis, intentaba no dedicarme a la poesía, de haber querido tanto a ella, de pronto hice esfuerzos para no hacerlo. Pero uno no puede dejar de ser lo que ya es, estuve en Lima dedicado a diversos oficios, pero siempre cogía un papel, un boleto, una propaganda que suelen repartir en las calles del centro y se me daba por escribir. Mira que me alejé incluso de amigos tan queridos con los que había compartido experiencias tan importantes para mí, como el arte. No pude más, terminé por volver.

Claro, quienes te conocemos estamos convencidos que eres un poeta por sus cuatro costados. En este sentido, yo siento que tengo una suerte de deuda contigo pues tu presencia, por ejemplo, significó un alimento temático que se hizo vital en mi poesía, lo cual he intentado plasmar en un reciente poemario. Es decir, sentí que contigo conocía a un personaje mítico, fuera de este mundo. A un hombre cuya única religión era la poesía. ¿Qué piensas de mi percepción?, ¿sientes que es solo mía?, ¿crees que puedas opinar al respecto?

Doy por válida tu apreciación, porque es exactamente lo que yo sentía de la poesía en esos años, me bastaba vivir en poesía, era la totalidad. En cuanto a si era solo tuya, creo que no, porque hubo otros compañeros, y a ti te consta, que les hacía bien escucharme. Y, claro, yo estaba complacido de que lo hicieran porque de una manera no me sentía solo. Fui de alguna manera feliz. Quiero agregar algo más, si me permites, leí parte de tu libro, en especial aquella que es la primera si no me equivoco, donde mencionas esos paseos tan interesantes en mi compañía, creo que es exacto lo que dices, Chimbote era una suerte de libro mágico para la poesía, donde los dos éramos personajes que solo hablaban de ella en voz alta.

Hay un poema en tu más reciente libro, "En noviembre y otros días" (2007), donde haces prácticamente una declaración de parte de lo que ha sido para ti la poesía. "Si no he sido feliz/ fue por escribir poesía", dices en un párrafo. ¿Es así?, ¿finalmente la poesía te ha traído infelicidad?

Esa es una pregunta difícil de responder. Mira, tú y todos los que de alguna manera están dentro del arte, saben que vivir como uno escribe es una ruptura con el mundo común y corriente, es andar por otra vía, paralela pero a la vez distante de ese lado, pasar de uno a otro trae incomprensión, mala comunicación, y por ende infelicidad, ya sea con los padres, hermanos, amores, la lista es inmensa, pero como te dije antes, uno no puede dejar de ser lo que es, pienso que he sido arte siempre, aunque eso me haya costado lágrimas y desamor, como a ti.

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Azágar, ese poeta del exilio universalista

 

Testimonio, verdad y nervio en una entrevista realizada a viva voz gracias a la magia del escurridizo medio de la Internet y por muchos esperada. Azágar, Santiago Azabache García, El Director de la Revista El Universalismo por primera vez habla de las peripecias de la actividad literaria, su visión de la poesía y el ser poeta en el Perú, el amor entrañable por la lírica, su autoexilio creativo, el nacimiento de la revista El Universalismo y su vigencia ante los vaivenes de las arenas movedizas de la literatura en nuestro país. Emoción, ensueño, carisma y testimonio en una reveladora conversación con el poeta y editor peruano después de muchos años de sigilo.

Por César Quispe Ramírez.

cholitoquispe@hotmail.com

Diario Correo de Chimbote, 20 de mayo del 2007

 

¿Santiago, cómo nace en ti, ese amor incondicional de ser poeta?

Todo inicio escapa al tiempo y a la memoria, pero digamos que fue como el amor, nunca se sabe con exactitud cuando empieza; de pronto está bastante crecido, entonces te encuentras que has llenado varios borradores, es la materialización de esa interpretación espiritual que entendemos como “poesía”. Esos borradores, todavía carentes del pensamiento dirigido por la auto-corrección, constituyen nuestro primer acto de libertad artística. Ahí ya estamos ensayando nuestro lenguaje poético como lo hace el niño ante sus primeros cuadernos de escuela. Desde mis sueños infantiles en las primeras historias que oía, surgía en mí ese maravillarse, y reconstruía esos mundos imaginarios ya sea a través de la escritura, el dibujo o la música, o simplemente los pensaba. Mis borradores datan de la adolescencia cuando tuve mis primeros sentimientos encontrados hacia el amor; pero, caray, uno no sabe que eso vaya a durar para siempre…

 

Hablemos un poco de tus dos poemarios “Sueños a poesía” y “De Piedra y mujer”, que tienen un agradable olor a romanticismo… ¿En tus poemas siempre la mujer es una constante?

La obra debe ser catalogada por quienes la re-descubren, en el caso de la poesía escrita, el lector. La poesía como que te lleva por caminos innumerados, significa algo importante y diferente para quién la halle suya. Lo que sí me corresponde es contar cómo fueron a parar esos poemas a un texto público. En lo que respecta a “Sueños a Poesía” fue un texto en el que reuní una muestra de lo que hacía para mis amigos de las universidades Del Santa y San Pedro, donde la mayor parte fue escrito. Dentro de “Sueños a Poesía” hay un conjunto de poemas que titulé “Poesía diversa” que corresponden a mi hurgamiento a mis primeros borradores que van hasta 1984. Yo no sé si llamarlos románticos o no, es más sensato decirles “enamoradizos”: “mundo redondo, esfera de sol, esfera de sombra. Nomás porque me enamoro no soy feliz”…

Cosa parecida sucede con “De piedra y Mujer”, pues señala un re-encuentro con grandes y viejos amigos escritores como Ricardo Ayllón, Róger E. Antón-Fabián, Sonia Paredes y Elena Carhuayano, a quienes por un lapso de cinco a más años no había visto un solo día. Sí, pues, estuve “autoexiliado”, si cabe la palabra, en distintos hospedajes de Lima, llenando borradores, escuchando a Vivaldi, Schubert, Strauss, a Leo,  a Los Pasteles Verdes. Fue una época feliz, donde hablaba poco y escribía mucho; cuando me agotaba, hacía un viaje en microbús o caminaba aleatoriamente por el centro de Lima, y tenía ante mis ojos nuevas calzadas. Lima es una ciudad fantástica, algo medieval en el invierno, en sus altos edificios parecen morar viejos dragones y por sus antiguas plazas, ir a paso lento grises caballeros. Para mí un reino rico en la ciudad, es el abaratamiento de libros usados, que antes tenía tomada varias cuadras de la avenida Grau, y que ahora está apretado ahí en el jirón Amazonas. En ese lugar perdía la noción del tiempo, entraba de mañana y salía de noche…

Pero, mira, César, no tengo apuro por publicar, tanto así que soy entre los poetas de mi generación el menos publicado. Si “De Piedra y Mujer” está ahora viviendo entre amigos y conocidos, es por la generosidad de nuestro buen amigo, Ricardo Ayllón… Ay, de versos como: “A qué hora del polvo, donde dormía, me tomaste; y me diste un cuerpo, una ilusión de enamorado”… El tratamiento de la mujer ha sido inevitable, ya que soy un tipo enamorado, como te dije. La mujer es para mí un tema de muchas probabilidades. Esa belleza y misterio, que hallo muy ligado al amor, es uno de los descubrimientos que no termino de conocer. Y mientras no lo haga seguiré escribiendo.

 

¿Qué sucedió con la revista en papel “Trincheras” que surge en el seno de la Universidad Nacional del Santa? Tú, eras uno de los integrantes fundadores…

Me parece que la revista llegó a su fin alrededor de 1998; y mira que no era fácil mantenerla, había que sortear adversidades, como la falta de apoyo por parte de las autoridades universitarias, que por entonces no veían en los jóvenes escritores una apuesta seria. Así lograr un nuevo número consistía en pasar antes por un camino de peripecias. Como grupo funcionó sólo hasta fines de 1993, a partir de entonces sobrellevó una lenta y dura agonía que se prolonga hasta 1998. Razones para esa progresiva desarticulación hay varias, pero quizá la más acertada sea la partida de toda esa pléyade de estudiantes de la Escuela de Enfermería en donde se había forjado. Tengo entendido que los nuevos integrantes no lograron identificarse. Y respeto el esfuerzo de Cristian Flores Fernández, el director de entonces, él como que hizo malabares para mantener viva la revista, al punto que intentó construir un nuevo grupo, pero no resultó, entonces se cansó, y, ese fue el fin…

Sí, fui uno de los integrantes fundadores del grupo, mas no de la revista, eso fue cosa de Luis Villegas Bautista, por entonces delegado de la Escuela de Enfermería. Si se puede afirmar que hubo un grupo, éste fue anterior a la revista. La historia empieza durante un taller de lectura codirigido por el profesor Víctor Unyen Velezmoro y el Dr. Marco Antonio Barbosa, vicepresidente académico, apoyados por el profesor La Valle Dios. Debo aclarar, que los que entonces estábamos en aquel taller, no recibimos ninguna instrucción ni receta para escribir, todos habíamos llegado a la universidad escribiendo; pero hay que tener en cuenta que, los que escribíamos, nos urgía aprobar la materia denominada “Actividad de Integración”. El estudiante podía elegir entre el deporte o la danza, pero ninguna nos interesaba. De eso se dio cuenta el hábil Luís Villegas Bautista, que al parecer como nosotros, encontraba esas actividades “aburridas”; inmediatamente nos sugirió apelar a la Vice Presidencia Académica y proponer la creación de un “taller de lectura” y mira en que resultó. Su visión fue de tremenda ayuda. Marco Antonio Barbosa, tuvo la precisión de notar y manifestarlo públicamente que el grupo era heterogéneo en cuanto al estilo de escribir y que además dábamos la impresión de estar atrincherados en aquella aula del segundo piso del edificio de Bienestar Social, que es donde se reunía el grupo. Esta apreciación como que fue determinante a la hora de poner un nombre al conjunto. El primer número, se llamó “A mi primer amor”, era octubre de 1991. A partir de entonces el grupo se denominaría Frente Artístico Literario Trincheras.

 

¿Cómo observas la poesía en el Perú?

Pregunta difícil. Dado que toda sospecha es relativa, corresponde a una época, circunstancia o moda; para mí bien puede haber poemas que no me digan nada y otras que pasadas por alto se detengan en mi lengua o en mis oídos y parecerme de lo mejor. La observación que yo haga de la poesía peruana, siguiendo mi sensibilidad, puede o no corresponder a lo de una notoria mayoría. No creo ser útil para ello…

 

¿Pero sí crees que la gente que lee, prefiere más la poesía o la narrativa?

Mira la poesía desde sí ya es difícil, hay de los que tienden a alargar las palabras o conceptos y otros a reducirla a un solo vocablo. Lo que a su vez exige más atención lectora, pues tiene que ver con la manera de leer cada sílaba. En la narrativa, sin bien existe la economía de las palabras, los conceptos son más claros y el lector ya no se centra en la sílaba sino en la oración, entonces su mente se enfoca a lo que se dice, a lo que se cuenta. En ese sentido, como que la poesía exige un mayor descubrimiento por parte del lector. No es fácil ser un lector de poemas...

 

¿Qué se debe hacer para provocar en el niño, adolescente o joven para que disfrute de una lectura?

Además de elegir temas acordes a su edad; lo primero, es saberle leer los textos; hacerlo con la mayor corrección, énfasis y encantación posible. Eso despierta el interés. El niño y el joven, lee por imitación y, a nosotros los que andamos por el camino de las letras nos corresponde ser modelos a seguir.

 

¿Cómo surge esta revista de Literatura denominada El Universalismo?

Durante la experiencia de Trincheras, que por cierto no pasó de tener un ámbito localista y atender sólo a lectores de poesía, crece el interés entre los que explorábamos otras variantes del arte literario, el contar con un medio a través del cual se pudiera difundir. Esta fue El Universalismo, propuesta que abarca además de la poesía, la narrativa, la crítica y el ensayo; pensada desde ya para un ámbito mayor. Inicialmente El Universalismo iba a ser una revista que alternaría con la revista de poesía Trincheras dentro del Frente Artístico y Literario Trincheras, pero como teníamos la sensación de que una dirección en la sombra gobernaba los destinos del grupo, decidimos continuar aparte con nuestro plan. En diciembre de 1993 es cuando se funda oficialmente nuestra revista El Universalismo; pero mira tú, como la historia y el sentimiento todavía nos unía a Trincheras que ya desde aquel entonces nuestro núcleo estuvo formado por integrantes de aquél, la evidencia radicaba en que algunos de ellos escribían para ambas revistas. Quizá esa es la razón por la que aquí en Perú, de manera particular en Chimbote, nos vean como el mismo grupo y a la revista El Universalismo como la maduración de Trincheras. No sé si corresponde aclarar que alrededor de agosto de 1994, nuestro grupo formó El Movimiento Cultural El Universalismo, ente que a través de su historia ha contado con producciones como la revista de poesía Gemación, El Universalismo que tú conoces y hace dos años con Poesía en Movimiento México que apropósito es un tanto de El Universalismo y Gemación.

 

El Universalismo es una revista literaria en la red, y no en papel, ¿por qué eligieron este medio? ¿Cuál es la diferencia en el tratamiento de la información entre una revista digital y una publicación en papel?

Bueno, El Universalismo tiene tres años de permanencia en la Internet, un tiempo relativamente corto si lo comparas con los casi catorce años que lleva de existencia; inicialmente circuló en papel, donde ya había alcanzado su estructura característica; llegamos hasta el número cuatro en papel. Hubiéramos querido explotar ambas modalidades, como hoy hacen la mayoría de revistas. Claro está que si no hemos vuelto hacerlo, se deba estrictamente al factor económico. El Universalismo es gratuito. El estar en la Internet, hoy nos permite ser una revista literaria para el Mundo, con colaboraciones muy importantes en España, México, Suecia y Chile.

César, sabemos que al lector no le es fácil pasar del texto en papel a uno digitalizado. Este es un proceso de adaptación que todavía le llevará algún tiempo como ha sucedido siempre ante todo adelanto. La Internet es básicamente una dispensa de consumo rápido, acorde con la época en que residimos. Sin embargo, a los que nacimos con el texto en papel, todavía nos cuesta hallar lo que seguramente buscamos. El arte literario no se puede consumir de manera tan acelerada, requiere un tiempo prudencial para digerirlo. Si antes ya teníamos problemas con la calidad de lectura por lo extenso de un volumen, imagina lo delicado que es leer un texto largo en una pantalla. Prueba de la no renuncia al papel es que la mayoría de usuarios de la Internet prefiera imprimir la información. El que hace una revista por la Internet tiene presentes dichas observaciones.

 

Para muchos, Internet aparece como un medio precario, ¿cuál ha sido la estrategia para darle seriedad y solidez a la revista?

 

Mira, El Universalismo es una revista con un diseño que emula a una editada en papel. En la medida de lo posible tratamos que el lector se sienta a gusto desde que echa un vistazo a la portada, que tenga la sensación de estar ante la misma versión que circularía en papel por algún lado, y que por tanto no se pierde nada. Junto al contenido, netamente de arte, ésta ha sido hasta hoy nuestra máxima estrategia; y mira como ha dado resultado, hemos recibido correos electrónicos, no sólo de aquí de Perú sino de otras latitudes, de lectores que nos piden le enviemos un ejemplar de la revista en papel, no hay versión en papel, pero ellos así lo creen porque nuestro diseño así se los ha hecho creer…

 

Finalmente, Azágar, ¿qué es ser un poeta?

¡Qué pregunta! Es pensar, actuar y sentir como tal. Un poeta, no es sólo porque haya logrado escribir poemas, lo es más allá de ello. Lo es cuando está detrás de un escritorio o va al súper o guía una clase de literatura: es una constante, un ente natural. Ya hablando enteramente de poesía. Uno no se puede imaginar cuánta cosa le está bombardeando a un poeta a cada momento, en cada circunstancia de la vida y lugar y él al sentir o pensar como tal está respondiendo. Creo que un poeta  como el pan o el amor se hace y aprende cada día…

  



POEMARIOS:



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La poesía de Azágar

 

Carlota Yauri

 

Hace poco han llegado a mis manos dos poemarios de Azágar (seudónimo del trujillano Santiago Azabache García). El primero de ellos, es de De piedra y mujer, editado por el sello limeño Arteidea el año 2004. Impreso en formato sencillo, este breve conjunto de poemas es, sin lugar a dudas, el jardín de entrada a su lírica, rica en matices, sabores y emociones.

Desde el principio es fácil percibir la forma cómo Azágar le ha conferido a la poesía cuerpo de mujer: “Pienso en esa mujer humedecida por la lluvia/Cuando la luna atina a mirarme/y hecho un bobo digo que la quiero”. Como una secuencia de ello, sentimos que el amor al arte no deja de estar presente en su obra, la pasión de crear, de entregar las energías a la poesía: “Entonces apuro el paso y me marcho a casa/Para escribir hasta agotarme”. Más allá, una oda a la familia, al hogar, dulce hogar: “Nuestra casa/es lo que separa al mundo de nosotros/lo que determina la calle sola y monótona”. Ya sea nuestro hogar  modesto  o suntuoso, significa para el sujeto poético un recinto sagrado de protección: “Esta casa/es nuestra paz y escapatoria/Dentro de esta intimidad/hemos vuelto a descubrir el fuego y acaso/nuestro primitivo instinto de vivir”.

Pero así como le ha entregado un cuerpo, Azágar también le ha otorgado un nombre a la poesía: María, la mujer con quien el poeta dialoga en sus versos. Ella es la que comprende su melancolía: “Al menos María me ama/aunque yo sea así de triste/en minúsculas”. Pero no solo es consuelo, sino también esperanza: “si espero algo bueno de esta vida/a María se lo debo”.

Su poesía refleja como un espejo su universo interno, ese lugar sagrado que todos poseemos y forma parte de nuestros más grandes tesoros: “tengo otro mundo, María,/que se borra en mis ojos/solo cuando duermo”. El poeta busca la aceptación a través de María: “Y el hombre/ que querías que yo fuera, María,/no lo soy/No puedo ser el hombre que querías/Que amara la calma/el empleo/la casa/la rutina”. Es un ser distinto, diferente a los demás, pero capaz de amar, así se confiesa ante María: “Soy rupestre y libre/en tu siglo de encanto/y te amo así, María”.

De piedra y mujer, de Azágar, es el punto de partida  a una lírica nueva, capaz de seducir al lector a descifrar los mensajes ocultos de cada uno de sus versos; constituyéndose, sin duda, en un bello y bien logrado poemario.

El segundo libro es En noviembre y otros días (Ornitorrinco editores, 2007), donde hallamos una prueba de que la verdadera belleza se encuentra oculta dentro de la simpleza de la vida y hay que saber apreciarla con el corazón. Es esa la manera correcta de sentir este bello poemario. Digo sentir, porque la poesía está hecha para dialogar con el espíritu.

En noviembre y otros días está dividido en cinco partes: Las notas mágicas, Eternidades, Piedra de silencio, En noviembre y otros días y Ya no llores. Todas estas secciones están unidas hacia el mismo propósito: ser un espejo para el lector, que fácilmente se identifica en los versos; ya sea por la remembranza de un amor idealizado, que todos hemos sentido alguna vez, y que luego atesoramos en el lugar más sublime de nuestros recuerdos, pero que lamentablemente nunca vuelven a nuestro presente: “¡Cómo quieres que te quiera!/si entre nosotros jamás hubo besos/ni abrazos/ni cabezas atrapadas…”. La pasión de crear, de entregarse a la poesía sin poner medida, sin que nada más importe: “y si me han creído un loco/y me he sentido cerca de la muerte/ si no he sido feliz/fue por escribir poesía”. La soledad de la creación. Esa soledad incomprensible, pero necesaria que es alegre y triste a la vez: “flores negras crecen al pie de las sementeras/porque mi soledad es una alegría/difícil de aclarar”. La cercanía del verano, con la alegría del sol que comienza a alumbrar con sus rayos, unida al regocijo de retornar al hogar: “Más que en abril/en noviembre he vuelto a casa/a mi pequeñez/a mi primera plana”. El retorno al hogar luego se torna triste, al descubrir que el paso del tiempo se ha llevado lo mejor: “He regresado a contemplar el jardín que no hay más en casa/Es una pena larga que en ella cada vez queden menos cosas de qué hablar”. El deseo de regresar a la infancia: “Más que en abril/en noviembre he vuelto a casa queriendo ser un niño más”. La vida mostrando su fugacidad: “una rosa nace/otra muere”. Nuevamente la vida, pero esta vez, oponiéndose a la muerte: “El día que muera/voy a morir sonriendo la pluma entre los labios/y mi último verso no querrá morir/pues mi alma no querrá marcharse”. El anhelo por recuperar lo perdido, y otra vez la alegría del verano derrotando a la tristeza del otoño: “Más que en abril/en noviembre he soltado mis alas/para caminar/para encontrar mi almohada/mi paz soñada/queriendo erigir una mañana”. Otra vez la soledad, reflexionando en nuestros pasos, aquellos que hemos dado a lo largo del camino de nuestras vidas: “he conversado a solas con mis zapatos/en un andén del mundo”. El sentirse un extraño, un incomprendido dentro del mundo, tal vez porque a veces el mundo gira sin nosotros: “Conozco mi tormento, alma,/sé de lo extranjero que soy en el camino…Del mundo que quise/que quise siempre como un tesoro y no lo tuve”.

Al igual que el poeta hindú, Rabindranath Tagore, reconocido por la belleza de sus versos; la lírica de Azágar no solo está cargada de hermosura, sutileza y lenguaje ágil, que atrapa al lector desde la primera página (pues leer este poemario es un premio, una bendición y a la vez una alegría), sino también de profundos pensamientos encerrados como una sorpresa, dentro de sus sencillos versos.

 


De piedra y mujer

(1996 – 1997)

 

Y uno quiere a una mujer para olvidar

que tras el sueño morirá

 

 

 

 

 

 

 

UNO

 

Lluvia Sol

 

Pienso en esa mujer que el tiempo me arrebató

Cuando veo mi rostro en un espejo, en un libro, en un zapato,

En el desorden bélico que se apodera de miles de hojas sueltas sobre la mesa

 

Pienso en esa mujer humedecida por la lluvia

Cuando la luna atina a mirarme

Y hecho un bobo digo que la quiero

 

Entonces apuro el paso y me marcho para casa

A escribir hasta agotarme

 

Pienso en esa mujer siempre

Y en los días nublados, incoloros

La imagino desnuda por los aires

 

Olfateo su presencia tras los húmedos vidrios de un café

Su forma apetecible empieza a dibujarse con la lluvia

Y en ciertas noches de delirio y desvelo

Mi sueño la persigue en el último rincón de la palabra

 

 

Alma llena

 

Me besas con tu alma llena

 

Me besas

como apretando una piedra suelta

 

Te podré querer

Aunque no vengas más a mí

Ni me beses con tu cuerpo desnudo

 

Te podré querer

Aunque sólo me pidas

Que tome el camino de tu sombra

Y me pierda

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Tu espacio

 

Tu espacio

Es aquel donde pasean mis pupilas

 

Una fórmula extraña

Que se empeña en mí, siempre

 

Tu espacio

Es lo que percibo de la vida

En el café de cada mañana

 

E

  s

 

    e

      l

 

         p

          é

            n

             d

              u

                l

                 o

 

                   d

                     e

                       l

 

                          t

                            i

                             e

                               m

                                  p

                                    o

 

Es lo que más amo

En las estaciones crudas y lejanas

 

 

 

El principio

 

Desde dónde empiezo a quererte

En qué estación del agua

 

Desde dónde crees que te amo

Pasillo de sueños

 

Desde siempre cabecita roma

Corazón risueño

Desde siempre

 

 

Me tendrás

 

Como una gota suspendida

Me tendrás

Aunque no encajemos

Y algo de nosotros quede puro

 

Como un mar sin orilla

Me tendrás

Aunque no busque más

Tu boca inquieta

 

Si no te amara

No extendería los brazos

Al amarte

 

 

He de decirte adiós

 

Porque no has vuelto en abril a casa

 

Porque no has tenido

Sombra y cabellera

Caminando durante el día

Hacia la plaza

 

Porque no has tenido, amor, más alegrías

En mi cama de poeta

 

Porque esconde sólo penas

El ropero de los montes

 

Porque no has tenido

Más beso y más amor para mí

 

Porque no has visto y no verás

Lo que mi habitación recoge en su desorden

He decirte adiós en mi poema

 

 

 

 

 

 

 

 

DOS

 

Amo a esta mujer húmeda

que habita el incendio del agua

 

1

 

Al menos María me ama

aunque yo sea así de triste,

en minúsculas

 

Al menos ella es sugerente

en mis dolores.

Y si soy infeliz

no ha de ser jamás su culpa

 

Si hasta sonrió al mirar la luna

coqueta

en sus mejillas

 

Al menos María alimenta en sus ojos

de niña

unas ganas de quedarme

 

Y si aún duermo y sueño,

si me enamoro en diéresis

y bebo agua,

si espero algo bueno de esta vida,

a María se lo debo

 

Al menos ella juega

y destella

y hace fiesta de muñecas

 

Y si en casa hay un árbol grande

y un pequeño niño

y si aun algo en el futuro me cautiva

son sus rondas y su cara de muñeca

 

 

2

 

No hemos de amarnos más

en este viaje

 

He percibido en este otoño

la tierra húmeda de indios cercanos

y en el espectro de sus formas he hallado

una pequeña niña bajo la lluvia

 

No hemos de amarnos más

¿para dónde iremos?

 

He creído esta mañana

en la azul manera de unos ojos al mirar.

He creído en el amor grande

 

Mientras la calle temblaba para llorar

no hemos podido amarnos más,

y en la lluvia me he tendido para siempre

 

Hemos perdido tanto

que los años se nos fueron tristes

y ya nadie más nos unirá como al principio

 

 

3

 

Nada nos ata, mujer; ni un beso, ni una estación,

ni los blancos lirios que se fueron

 

Ni una palabra, ni una vocal

hermosamente conjugada en el silencio

 

Nada nos ata, ni la esperanza,

ni la mano azul del Génesis

 

Nada nos ata en la pausa ni en el infinito.

Para qué quieres que te quiera

si tampoco me amarías

 

Nada nos ata mujer, ni una caricia,

ni una estrella nostálgica

que podamos compartir

 

Sólo nos ata nuestro propio olvido

y un libro de versos

que nunca te leí

 

 

4

 

Nuestra casa

es lo que separa al mundo de nosotros,

lo que determina la calle sola y monótona

(con los seres de siempre,

sus complejos y sus modas)

 

Nuestra casa

nos esconde de lo común y cotidiano.

Nos mantiene puros.

 

Más allá de la puerta se rompe todo encanto

y todo cuanto es nuestro en nosotros

 

Esta casa

es nuestra paz y escapatoria.

Dentro de esta intimidad

hemos vuelto a descubrir el fuego y,

acaso,

nuestro primitivo instinto de vivir.

 

Nuestra casa, mujer,

es lo que separa al mundo

de nosotros.

 

 

5

 

Quiero pensar en tus ojos

fugitivamente

 

En tu cuerpo como un prisma

por el que atraviesa la luz en círculo

 

Quiero pensar contemplativamente

en mi planeta de piedra caliente.

 

En el instinto, métricamente;

en la rosa, estacionariamente

 

Quiero pensar en detalle

lo que esta tarde

me diría de ti, a solas

 

En sus figuras,

en sus árboles disueltos

con la brisa

 

Quiero pensar

lo que las cosas borradas del mundo

me dirían de ti

 

Una palmera oculta,

un sol que entre destellos naranjas

se hunda en el mar

 

 

 

 

6

 

Mujer, a ti clamo

en la onda partícula

del misterio

 

En la noche,

en el silencio,

en el aguacero,

cuando mi cadáver se moja

y tiene frío

 

Mujer, a ti te llamo

desde mi cárcel,

desde mi isla.

Lástima que la vida

no sea sólo para amarnos

 

Un pájaro toca su quena

para llorar en la nostalgia

 

Mujer, a ti clamo

desde mi amor doble

que jamás será feliz

 

 

7

 

Enamorado al fin de un pensamiento,

de una ilusión

 

Enamorado al fin de un deseo,

de una mirada confusa

 

Enamorado por instinto y vocación

de una luna de ojos negros

 

Enamorado de una sonrisa,

de un beso,

de un adiós dubitativo

 

 

8

 

Pero María, tus trenzas, tú.

Amor y todo lo creado.

Tiempo

Aire

Fin

 

Canción en el fuego

de la sala

 

María, observación divina

Pasión fotográfica

Pintura

Amor

 

Universo

Aceleración

Quietud

Estética

Ruina

 

María, destino

Cita

Referencia

 

María,

Intenso azul

Cancionero

Aroma

Viento

Beso

Soledad

 

 

9

 

Y el hombre

que querías que yo fuera, María,

no lo soy

 

No puedo ser el hombre que querías.

Que amara la calma, el empleo,

la casa, la rutina

 

No, María.

Soy la sombra rala

que vaga y que siente

la poesía del agua.

 

Soy errante en mis sueños,

en el parque, el autobús, el patio

 

Amo la luna,

la ciudad

la tristeza,

el vino,

los recuerdos

 

No soy

el hombre de pómulos finos

que corre y ríe;

tengo otro mundo, María,

que se borra en mis ojos

sólo cuando duermo

 

No, María,

vivo en un mundo de dibujo,

en un pupitre, en otra calle,

en una habitación a solas

 

Vivo entre hojas de colores

tristeza-aventura

nostalgia-ópera

 

Soy rupestre y libre

en tu siglo de encanto

y te amo así, María

 

 

10

 

Dónde estabas, mujer,

cuando en el rastro de la tierra

buscaba entre fósiles

el más extraño sabor

que me hiciera feliz

 

Hacia dónde tus ojos

veían España,

y hacia dónde

la casa nuestra

 

Dónde estabas, mujer,

antes, después, ahora.

En qué Génesis

fuiste creada

 

Hacia dónde te estaba viendo

cuando presagiaba mi propia muerte que ocurrió en abril

 

Sabías que la tierra no podía ser en mí

otra cosa más que llanto,

y así me aceptaste

para lo que quedaba de la eternidad

 

A qué hora del polvo donde dormía

me tomaste

y me diste un cuerpo,

una ilusión de enamorado

 

Dónde estabas

cuando en el fondo de la tierra

me encontré solo.

Cuando era sólo arena oscura,

la estrella más lejana.


En noviembre y otros días

 

 

Jamás hubo otra mujer que me amara mejor que tú, con la mirada.

 

 

 

 

A Elda, Shirley y Mellissa, con cariño.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

I

Las notas mágicas

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La casa alba

 

Podrá no estar el firmamento
pero tus ojos no creo,
tú verás del espacio sus fogatas
pero en mí a nadie.

 

Estarás en la casa alba
lagrimeando en cada noche de pascua,
los niños correrán bajo los pinos,
y yo te diré en esa tarde lejana
tú ya no meces el garbanzo.

 

Caerán los tules como escarcha navideña
y no habrá ni María ni Jesús
ni tú para arrullarme el pecho.

 

He comprado el infierno por tus ojos,
un cielo naranja, un escudo de hierro
ya no sé si tu suave arenal
entibia la mañana
o amarillea la tarde.

 

Qué será de tus cabellos
que escurren entre los vientos un cometa;
las golondrinas después del verano van a casa
yo después de ti no sé a donde ir.

 

Vendrá tu piel salvaje
a enjuagarse entre mis dedos
acudirán mis brazos a morar en tus caderas
volverán mis palmas a tu cintura
haciendo círculos de fuego.

 

¡Ya no sé!

 

¡Ya no sé!
si la tarde
atardece entre dos tardes.

 

La rosa que desprende el rosal
ha dejado de existir
siento que se haya ido así.

 

Vuelven a ayunar cielo y tierra
porque hoy he muerto.

 

La última estrella del cielo evapora su cariño
y lentamente cierra su ventana.

 

Flores negras crecen al pie de las sementeras
porque mi soledad es una alegría
difícil de aclarar.

 

Quiero una tierra húmeda para refugiar mis huesos
aún después de muerto quiero sentir el aroma natural.

 

 

 

Eternidades

 

El día que muera, en este rincón
van a penar mis latidos
y mi voz
que nunca ha de enterrarse.

 

El día que muera, en este rincón
echarán a cantar los grillos
y los aires
y mi amor
que nunca ha de callarse.

 

Las gaviotas y las golondrinas
elevarán mi verso claro
como una mala corona de espinas
que aún quiso quedarse en mi cuerpo.

 

El día que muera
voy a morir sonriendo la pluma
entre los labios
y mi último verso no querrá morir
pues mi alma no querrá marcharse.

 

Del viento, las azules ondas dirán
que aún es abril
y
que en primavera, todavía,
mil besos
de tus labios espero.

 

El día que muera,
voy a dar a cuidar
mi alma a tus brazos
y el nombre tuyo
que de mis labios
jamás quisieron marcharse.

 

El día que muera. El día que muera
(si aún en la dicha morir se pudiera)
voy a escribir mi último verso
con tu cuerpo atado en mis brazos.

 

Los árboles encorvados
querrán atarse a mi sepulcro.

 

Y las bancas y las gentes de la plaza
llorarán a Dios por la poesía
y por nuestro amor
que a pesar de los años
no querrá marcharse.

 

El día que muera
las campanas de todas las plazas
van a tildar mi nombre
sobre el tuyo.

 

Porque aún serás eterna, dulce amor,
como los días jóvenes
de cada primavera.

 

El día que muera
(si es que la guadaña es más fuerte
que la dicha)
voy a penar, Amor,
buscándote de puerta en puerta.

 

El día que muera. El día que muera.
Mi amor trascenderá a cada rincón
de la vida.

 

Así todos sabrán
que después de tanto amar
es difícil para un corazón marcharse.

 

Así será el final del camino:
Mi amor trascenderá de tu cuerpo
y el mío
y nos quedaremos solos, Amor,
sobre la naranja tapia de la tarde.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Después de la muerte

 

Otoño, ya no estaré aquí mirándote pasar,
las veredas estarán vacías de mí, vacías de ti.

 

Y todo ha de ser nuevo, otoño, la casa blanca
el perro mojado de viento.

 

Un piano dulce, un piano dulce tocará
por el ángulo oscuro de la noche
y maullarán los gatos.

 

Otoño, ya no estaré aquí mirándote pasar,
las veredas estarán vacías de mí, vacías de ti.

 

Los niños jugarán a enamorarse
una y otra vez.
El novio traerá a su novia

una sonrosada manzana de amor.

 

La tarde naranja oirá promesas y promesas
a las altas torres del ensueño.
Y todo ha de ser nuevo, otoño,
en el lago azul de los azahares.

 

Otoño, ya no estaré aquí mirándote pasar,
las veredas estarán vacías de mí, vacías de ti.

 

Bajo el viento azul de luna
tú también me quisiste.

 

Un suspiro nos calla
Un beso nos calla.

 

Otoño, yo también te quise.

Una niña estrecha, mientras canta,
un conejo rosa.

 

Tú también me quisiste.

 

Ahora la tarde llora
Ahora otros novios van de la mano

por la plaza.

 

Otoño, ya no estaré aquí mirándote pasar,
las veredas estarán vacías de mí, vacías de ti.

 

Un corazón llora sobre el patio de la piedra
y mi alma sobre los cántaros de la noche.

 

Una rosa nace... otra muere.
Los niños han trazado un arco iris
en la cara del viento.

 

Los novios van, por el fondo de la calle,

suspirando y cantando
romances de claveles rojos.

 

Otoño, ya no estaré aquí mirándote pasar,
las veredas estarán vacías de mí, vacías de ti

 

El balcón de las campanas.
El patio.
La noche.

 

Mi alma también se irá por el fondo de la calle
a batirse en duelo con la muerte.

 

Otoño, ven, traed mi corazón
a la redonda plaza de la luna.

 

Cielo de cisnes.
Montañas de escarcha.

 

Yo no quiero ver llorar a nadie.
Por Dios, otoño, tú también me quisiste.

 

Otoño, ya no estaré aquí, sentado,
en el patio azul de las naranjas.

 

Ven, traed mi corazón
a la redonda plaza de la luna.

 

Que no quiero ver llorar a nadie,
ni al novio de ojos negros,
ni a la novia de blancos pechos.

 

Otoño, me voy sin tus cabellos de oro nuevo.
¿Quién te besará mañana
por el paseo del agua?

 

...un suspiro nos calla.

 

 

 

 

 

 

 

Hoy siento en el alma

 

Hoy siento en el alma un amor de grandes torres
y perfumada luna ámbar.

 

Todos los corazones signan ante el amor su frente alta.

 

Todos los corazones calzan de la poesía
el mejor anillo de ilusión.

 

Hoy siento en el jardín de mi delirio reventar,
desde muy dentro,
la rosa más hermosa.

 

No quiero pensar “que el verdadero amor no exista”,
¿qué será de mi corazón y de los otros
si Cupido no tiene flechas?

 

Todos los corazones signan ante el amor su frente alta,

 

Para quererte “como te quiero”
voy a soñar un íntimo lugar en la luna grande,

 

Por tu amor se me ensueña el alma de la rosa
y mi vestido de novia,

 

La noche baja el ala frente a mi ventana
...yo también te quiero
como los sonámbulos astros de arriba,

 

¡Por Dios... que si no existe el amor, qué será de los poetas!
Uno se ha enamorado de mí con sus versos de grandes torres
y su alma de luna ámbar,

 

Él me ensueña el alma como una cálida rosa de inocencia,

 

Hoy siento en el alma un amor de grandes torres
y perfumada luna ámbar,

 

La frente descansa al río. Luna blanca. Luna de novia
sólo quiero amar como los blancos ángeles del cielo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Laderas

 

a Tania, en Laderas del norte.

 

Laderas, cabeza de muchacha que peina un río de aire,
sube a la torre del cielo donde la luna tiene su posada.

 

¿Quién besará tus manos y tu frente de muchacha amada?

 

Laderas, patio de niños.
Árboles jocosos de grandes cabelleras.

 

Espera de sueños. Partida. Sol inmaculado.

 

Laderas, muchacha de mejillas rojas.
Paz con el alma y el espejo.

 

Desde las puertas del amor
salen niños almidonados de colores.

 

Besos de manzana.

 

Laderas, muchacha desmayada en mis brazos,
Sabor a vino en la copa de los labios.

 

Muchacha sonriente a mitad de un cuaderno.

 

Laderas. Alguien llega. Otro parte.
Se deja de amar.

 

¿Quién en tus tardes naranjas lee poemas?

 

Laderas.
El viento cabalga deprisa en tus patios de piedra;
a pie corre, descalzo, bajo los árboles de junio,

deja caer de sus manos hojas escritas.

 

Ojos de amar liviano.
¿Quién en tus estrechas calles de sueño
meterá en tus bolsillos manzanas de cara redonda?

 

El sol dora los muros del aire
con límpidos empedrados,
quién suspira entre tus manos ondas.

 

Hace mucho tiempo
que no vuelo a las ventanas de Laderas
ni veo reír a la muchacha de la luna grande.

 

 

 

En Laderas

 

En Laderas
el sol parece una manzana joven
(un potro pasa con el viento).

 

Si tengo algo de ella,
por donde me alejo y acerco,
son sus calles que bajan
a la puesta de la tarde.

 

En ella, en sus piedras,
me siento y pienso, nostalgia,
mientras una torre lejana
enrojece con su pluma el Cerro Negro

 

y destella en el horizonte, como flotando,
un barco mercante que viene o va.

 

Laderas,
jirones empotrados
de árboles risueños

donde los pájaros duermen
en puntas de lápices.

 

Y una ventana se abre
y alguien, no sé, me mira
porque apareció la luna en el cerro San Pedro.

 

Si tengo algo de ella
es la tristeza
de no volver más a su lado.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

II

Eternidades

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Portal María

 

Sentado en un portal, he pensado en la muerte y en María.
no como otros días.
He pensado en su cabello hecho moños, en su tiempo de color,
en su olor a hierba y agua de cañas.

 

María era el principio del mar. El lugar de donde partía
y llegaba siempre la mirada.

 

María, mi única y plural María de cánticos y moños,
niña sencilla de pómulos redondos.

 

María era silencio. Mi lugar preferido
para correr y soñar.
En ella, en sus ojos, se abría mi libro hacia la ventana.

 

Tras el portal el viento corre,
nos deja...

 

Y María, mi María, se ha ido
Mañana volverá, espero...

 

 

 

La espera

 

Siempre me esperas, María,
en todas las calles púrpuras de mi infancia.

 

Siempre el gallo amarillo canta
al rojo limonero.

 

Siempre la misma luna después de ti,
rota.

 

Te vas y yo quedo aquí,
mirándote distante como un niño.

 

En el silencio el amor crece,
canta la luna,
asoma el panadero.

 

Pero tú no vuelves,
nunca vuelves…

 

 

Trenza café

 

Tu amor siempre me ha de esperar
en el vértice de la calle inocencia.

 

Siempre con las mismas rosas amarillas
y la misma mirada café.

 

Siempre al borde de la noche
navega como cerillo nuestra nave.

 

Y la palabra muda.
pinta las mismas cosas de plata.

 

Siempre el barrio del puerto
tiene un ojo frente al mar.

 

Y el mismo marino Barbas
entona un canto

“el cielo brumado de lunas”.

 

Siempre un trazo rojo
vuela encendido
y cae en la mar.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Mañana

 

Mañana tus ojos grandes dirán: “¿Abril, tú me amas?”
y yo no sabré qué decir sino lloro.

 

Pero ese día llegará de algún modo
por donde viene el tren que se fue con tu corro.

 

Mañana, otra vez mi corazón será,
y el azul pasará enredado en tu cabello negro.

 

Retornarán a nosotros los pájaros grises
que alegraban el otoño ceniciento.

 

Mañana, otra vez mi corazón
encontrará tu alma
y soñaremos el sueño que quisimos.

 

Mañana. Mañana. El amor abrirá su puerta
y nuestro encuentro de enamorados llegará.

 

Sé que al recogerse nuestros cuerpos
(Estando uno junto al otro)
volveremos a querernos.

 

Mañana. Mañana.
Otra vez mi estrella besará tu frente
y el cielo repetirá: “¿Abril, tú me amas?”

 

Vueltos a la primitiva era del mundo
seremos esos novios ordinarios
que se abrazan y se besan
en una ilusión cósmica, a la distancia.

 

Mañana. Mañana.
El amor despertará a un mismo código secreto
y nos quemará la misma lluvia
y la misma arcilla limpia.

 

Sé que al estar uno junto al otro
nuestros cuerpos tomarán
su unida forma que tuvieron al nacer.

 

Y seremos parte del mismo cielo
y del mismo brazo caliente.

 

Mañana. Mañana.
El sol, como una flor rendida,
se esparcirá en la mar

 

y tú me dirás: “¿Abril, tú me amas?”

 

Por mi alma, te diré que soy bueno
y que también,
también te amo.

 

 

El tiempo, Amada

 

Es el tiempo lo que nos separa, Amada,
no la calle
ni la brisa.

 

No hay retorno por el tiempo,
no a los mismos brazos.

 

El tiempo, Amada,
es una distancia larga,
como un río
que nadie sabe a donde va.

 

El tiempo, Amada. El tiempo
danza en numerosas despedidas.

 

Un errabundo sueño
que jamás suele despertar.

 

El tiempo, Amada,
es una espera larga
(muchos cigarrillos).

 

Un amor que nos deja
en algún puerto
con el corazón roto.

 

El tiempo y la muerte
son la misma sustancia larga.
Son futuro y pasado,
jamás presente que anhelar.

 

No es una calle
lo que nos separa, Amada,
es el tiempo.

 

El tiempo que ha navegado en la playa
dejando mil recuerdos amarillos.

 

El tiempo nos separa, luna amada,
luna triste,
el tiempo y sus pequeños números de cuarzo.

 

Distancia larga
que no retornará...

 

 

 

 

El fin

 

Postrando mis barcos a los pies de un puerto
cuántas veces te he tenido, amor, a mi amparo.

 

Sobre mis rodillas
contemplé tu cuerpo blando, tu alma desnuda.

 

Consentiste que te quiera y te quise
como el delicado musgo aprieta la roca amada

 

Cuántas veces, ajena al giro del mundo,
sosegaste mi dolor de marino errante.

 

Tantas veces besando tu frente cóncava
te probé mi lealtad. Te quise mucho.

 

Y aún cuando un funesto día
la cúpula del mundo
fue asaltada por ejércitos de sombras,

no huí.


No supe que tenerte era el fin,
que nuestra feliz vida terminaba,
que la piedra no podría soportar más el arrebato del mar.

 

No volveríamos más a querernos
y uno de nosotros tuvo que seguir...

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

III

Piedra de silencio

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Nada qué decir

 

Así fue mi vida y no tengo nada qué decir.
Busqué soledad, la tuve.

 

Y si huí de casa desde niño, desde siempre.
Si no he jugado. Si no he amado. Si no he lactado.
Si me he sentido un extraño todo el tiempo
fue por escribir poesía.

 

Y si me han creído un loco,
y me he sentido más cerca de la muerte,
si no he sido feliz,
fue por escribir poesía.

 

Y si rehuí la escuela y la adolescencia misteriosa,
lo hice queriendo estar a solas conmigo.

 

Si me enamoré una, dos, tres mil veces
para que me dejaran siempre
fue porque la vida es así de caprichosa.

 

Y si mi ser es cercanamente nostálgico y afligido,
y si me aterra la rutina y el reloj
será por mi manera de mirar
o probar los alimentos.

 

Y si a veces rió o lloro. Y si de buena gana me deprimo
es porque encuentro cosas animadas
detrás de los objetos muertos.

 

Y si pienso que otro mueble cabría mejor
en el espacio que ahora ocupo
es porque interrogo mi existencia.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Hormigas gigantes

 

Por qué soy yo y no otro,
uno de un millón como los pájaros.

 

Por qué no duermo, trabajo, ceno
y sujeto a mi cuello una corbata de grabado azul.

 

Por qué soy yo y no otro,
por ejemplo
un insecto gigantesco y risueño
que es feliz arrastrándose
y comiendo cosas duras.

 

Y cuando requieran mi nombre,
decir: “soy esta alma”.

 

Por qué soy yo y no otro.

 

Y libre
pueda dormir donde quiera mi sueño.

 

Necesito que el caer de una fruta
sea plácida música.

 

Por qué soy yo y no otro,
errante, amigo de todo cuanto existe
sin tener hambre, cansancio o miedo.

 

Y ser por siempre, de buena gana,
solamente un hombre
que pasa con su cabeza alada.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Piedra de silencio

 

Puedo incurrir
en no saber quién soy desde la ventana del autobús.
Puedo incurrir en mi soledad tres veces,
en mi escapatoria, en mi angustia,
en mi eterna reclusión.

 

Puedo incurrir en el límite, en el movimiento,
en la velocidad,
en el silencio,
en el beso que se da por amor.

 

Puedo incurrir en el paisaje,
en los desiertos, en los cerros, en las playas,
en las sonrisas sepultadas y sus ruinas.

 

Puedo incurrir en el alma, en tocar a Dios,
en desilusionarme y dormir una semana.

 

Puedo incurrir en buscar algo diferente cada vez
y que en la sombra mi alma no dé más.

 

Puedo incurrir en prendarme de la mujer ajena
otra vez.

 

Puedo incurrir en buscar la metamorfosis adecuada
para escapar de lo inapelable, de lo triste.

 

Puedo incurrir en lo mismo,
en el silencio, en el sonido, en el ruido;
en amar, en volver y quedarme solo para siempre.

 

Puedo incurrir en mi falta, en las mismas paredes
y en el mismo encierro.

 

Puedo incurrir en enamorarme de un anhelo
y apartarme de mi tiempo.

 

Puedo incurrir, apenado, en los recuerdos y
en las trenzas negras de las niñas
que en el tiempo muerto me quedaron esperando.

 

Puedo incurrir en que todo está sepulto
y que estoy triste
de considerarme ajeno a mi realidad.

 

Puedo incurrir en que he extraviado mi mundo y mi fe
y la gente que era mi gente.

 

Puedo incurrir en que me compadezco
de toda existencia y de cualquier otra
aunque fuese una aventura.

 

Puedo incurrir en no estar de acuerdo
de vivir para la cadena.

 

Puedo incurrir en mi exilio otras “tantas veces”;
tener soledad, barba, tristeza, anhelos imposibles.

 

Puedo incurrir en estilizar todo cuanto pueda ver en el espejo;
suponer huidas, oscuridades, sentimientos, espectros, dioses.

 

Puedo suponer la mitad de mi vida soñando con la otra mitad

 

Puedo suponer criaturas, paredes, espacios; la no-existencia,
una nariz muy grande y las negras patas de una mosca.

 

Puedo suponer una muchacha de vestidos cortos, la rosa en sus cabellos.


Puedo incurrir en la articulación de su mirada, en el mensaje, en la música.


Puedo incurrir en que tiene boca, ojos, andar, amor; y no existir.

 

Puedo incurrir en una lágrima, en un mal rato, en una interrogación y excarcelarme,
y una vez más incurrir en un instinto, en una lucha, en un levantamiento


y tratar de vivir con el hechizo…

 

 

 

En algún andén

 

He conversado a solas con mis zapatos
en un andén del mundo.

 

No me engañes (aunque lo quiera), vida,
que vendrá lo que yo quiero.

 

Conozco mi tormento, alma,
sé de lo extranjero que soy en el camino.

 

Y por eso siento la pena. La pena grande
que cuelga de la rama como fruta.

 

Déjame partir hacia mi destino
Hacia el destino del mundo.

 

Del mundo que quise, que quise siempre
como un tesoro y no lo tuve...

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

IV

En noviembre y otros días

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

A millones de años luz

 

Murió la gente que amaba en otro tiempo
a millones de años luz
debajo de la mesa.

 

Murió en un pequeño perro que amaba,
en mis zapatos cansados
y en mi uniforme de escuela rural.

 

Murió con mi estrella profunda sobre el cielo
con don gato alegre, alargado,
con don perro tristón, mitificado.

 

Con don infeliz zapatero
y don cándido lechero.

 

Murió la gente que amaba en otro tiempo
debajo de un árbol
sobre mi cuaderno de mapas.

 

Murió en el pizarrón de don Eulalio,
en el lápiz despuntado,
en las trenzas de María.

 

Y yo sé, lacónicamente,
que jamás seré feliz.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Soledad

 

Yo quisiera sentirme bien
(expreso mi disconformidad).

 

Mis coordenadas están del otro lado,
menos aquí, donde, como un extraño,
cojo mi quijada y la balanceo.

 

De chico fui a la escuela como otros
y como otros también amé y tuve sueños.

 

Yo no sé, pero sospecho
que nadie, entonces, me supo hacer feliz.

 

Dirán los maestros que fui retraído y solitario
y que soñaba mucho.

 

No lo sé
(expreso mi disconformidad).

 

Sólo sé que sufrí la partida de alguien
y que siendo impotente niño
el amor a veces,
como una ola fría,
también en mí moría.

 

Acompañaron mis sueños
seres de arcilla, arena y soledad.

 

He querido mucho, lo confieso,
y confieso también que lo hacía
cada vez que el sol se iba con la tarde.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

En noviembre y otros días

 

Más que en abril, en noviembre he vuelto a casa,
a mi pequeñez, a mi primera plana.

 

He regresado a contemplar el jardín que no hay más en casa.
Es una pena larga que en ella cada vez
queden menos cosas de qué hablar.

 

Nunca más veré a perrito Pepe Luche, a hormiga María, a pato Ciego,
a árbol Alberto.

 

Más que en abril, en noviembre frío
he amado como un moribundo foco encendido,
como una gran enredadera dormida.

 

He amado como el mar, como una abierta piedra herida.

 

Más que en abril, en noviembre he soltado mis alas
para caminar,
para encontrar mi almohada, mi paz soñada,
queriendo erigir una mañana.

 

En noviembre he vuelto a casa con otra voz,
con otras manos,
siendo el extraño de todos.

 

Más que en abril, en noviembre el sol canta en la mar
y al mirarme hunde el casco y se pierde como un pescadito de oro.

 

Más que en abril, en noviembre
he vuelto a casa queriendo ser un niño más.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Noviembre

 

Noviembre tuvo tantas lunas para mí.
Hice bien en quererlas
pero a todas las perdí.

 

Y nunca nadie dijo amarme.
Yo tampoco quise, la verdad.

 

Noviembre fue siempre en mí
una estación de sueños.

 

Un patio donde yo
podía amar y jugar.

 

Cruzaba el cielo con su caballo y su luna
a trotes hondos de guitarra.

 

Y yo esperándolo siempre,
desde mi ventana empezaba una canción grande
que nunca supe terminar.

 

Noviembre tenía la cabellera verde,
la pezuña azul o plata,
no sé.

 

Mejor será dejar que noviembre sea libre
para que otros caminantes
lo vean recorrer de puntillas
el parquecito de las nubes.

 

Noviembre tuvo tantas, no sé,
melodías, hermanos nuevos. ¡Todo!
Y no lo pude hacer quedar.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La piedra del beso

 

Querías que yo fuera feliz
(no lo soy),
me han engañado tanto
los caminos.

 

Si mi corazón
era una calle vacía,
lo fue siempre.

 

Por él corrían las horas,
las orugas muertas,
el sol partido del otoño.

 

Querías que yo fuera feliz
(no lo soy).

 

Y si soy así indefinidamente
es porque la alegría en mí
es un puerto
que siempre se deja partir.

 

Querías que fuera feliz
(no lo soy).

 

Porque aún te amo
y adiós dice
la piedra del beso.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Otros días

 

Cerrando los ojos tengo el presentimiento
de que mi alegría fue doblemente inmensa
porque siempre anduve triste.

 

Recuerdo que mi árbol de eucalipto
era grande y melancólico
como un niño de escuela,

que nuestra casa era tierna y gris
como un otoño de abril

 

y recuerdo que en su rojo balcón
cada tarde lloró la luna.

 

Recuerdo que mis hermanos eran chicos
y que en casa hasta las paredes eran tristes,

que nuestros juegos fueron felices
hasta la incomprensión.

 

Fueron compañeros de algazara
una tortuga, un pato ciego, un perro tristón.

 

Recuerdo que quería tanto a una niña
que tenía el cabello marrón

(mi vida entonces era incomprendida
como un verso de amor),

y que en mi memoria alguien venía
para irse siempre.

 

y me hacía llorar…

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

V

Ya no llores

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El guerrero

 

Cuánto intenta el guerrero
vencer al mar,
y en aquel bregar
los sueños de volverse mueren.

 

Yo sueño con una alondra sagrada,
tal vez una gaviota de blancas ramas
como aquellos besos que da el mar.

 

Tanta idea ilusa, tanta ansia de querer
y el amor sin fin.

 

Cuánto intenta el sueño adornar la realidad
y en aquel absurdo dar, ambos son lo mismo.

 

Un ave con sus alas toca, toca,
besa el cóncavo piano.

 

¡Cómo quieres que te quiera!
si entre nosotros jamás hubo besos
ni abrazos
ni cabezas atrapadas…
los fósforos de ensueño.

 

¿Qué quieres, que te quiera?
Te quiero ¿y qué?
Para que “este querer tanto”
si sé que nunca volverás.

 

Cuánto intenta el brazo hacerse largo,
quedarse con todo lo bueno.

 

Pero el amor
también tiene su muerte
aunque no muera.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Despedida

 

Después de ti no más eternidad. Extraviado el infinito mundo
El amor sin brazos. El silencio negro…

 

Después de ti, amor. Después de ti.
Desmayará mi corazón en su vacío
y perderemos las alas que tuvimos.

 

Y aún cuando, un día, alguien soltó las cadenas
que a ti me unían,
no iba a dejarte.
Te perseguiría en mis sueños como la primera vez.

 

No importó con qué afán los mares del mundo iban a llamarte
ni cuánto amor te diera ya.
En vano quise este amor en tanto tú vivieras. Me dejarías…

 

Se deshizo todo. Soltó el sueño su mito mágico.

 

No importó cuánto te quisiera o te llorara,
me olvidarías.

 

El amor sin más brazos.
Quedó el silencio negro…

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Qué será

 

Qué será del día en que tus labios

no tengan un porqué para besarme
a quién le daré mi amor bañado en soledad.

 

Qué será del día en que mi amor por ti se muera.
Qué catastrófico giro diera el mundo
si en el alba no quedasen nidos para los pájaros.

 

En marzo, la rosa estaría quieta,
y yo no amaría nada, nada.

 

Extraviado el rastro del beso que te di
ninguna estrella recordaría que te quise.

 

Junio en el ajedrez, la luna en la ventana,
y yo no amaría nada, nada.
No amaría las tardes y una frente que besé

 

No importó cuánto me abrazaras o cuánto hiciera yo,
íbamos a decirnos adiós
una definitiva hora que no estaría en las horas.

 

Nadie callaría esa campana,
eternidad que se partiría como un pan.

 

Olvidaría tu nombre 
como aquel amor que muere siendo verde su color.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Ya no llores

 

Si te has muerto,
si me he muerto
¡Será porque nos quisimos tanto!

 

Ya no llores
qué importa si el amor no nos quiso,
qué importa si la vida no nos quiso,

si la gente no nos quiso.

 

¡Qué importa si igual te quiero!

 

Si el amor ha muerto,
si la gente ha muerto,
si la vida ha muerto.

 

¡Será porque nos quisimos tanto!

 

Ya no llores,
qué importa si te has muerto,
qué importa si me he muerto.

 

¡Qué importa si igual te quiero!

 

... Ya no llores.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Dolían tus ojos

 

Reo de una soledad
que no calla más.

 

Hojas de verano.
Hojas de viento.

 

Todo es lo mismo
a la hora del crepúsculo.

 

La rosa cae,
el clavel marchita.

 

¡Nada es eterno,
ni siquiera el amor…!

 

Sus anillos de miel
también rompen.

 

Lágrimas de agua,
lágrimas de amor
son igual, después de todo.

 

La rosa cae,
el clavel marchita.

 

¡Nada es eterno,
ni siquiera el amor…!

 

 



NARRATIVA:



                      

“Fábulas de un cibernata (2015)

Conjunto de cuentos.

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Poemas:

El guerrero

El fin

De Piedra y mujer – poema 9

De Piedra y mujer – poema 10

Poemarios:

De piedra y mujer

En noviembre y otros días

 

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