Plantar una estera

 

César Quispe “el cholo”

 

Madre, vengo del infierno a mojarme en tu bendición.

Sé que volviste a plantar una estera en la cima del cerro blanco

al pie del cementerio,

fueron los cachacos quienes te echaron porque habías invadido

dizque tierras del Gobierno.

Ellos nunca entenderán lo que es la tierra. Tú y yo lo supimos

cuando enterramos a los abuelos.

A pesar de todo, siempre encontraré una sonrisa

en la curva de tus labios.

He venido a quedarme, madre,

dos años estando lejos me hacen sentir mutilado, ausente del mar.

Su aire fresco, el saludo de los cochos,

el abrigo de las gaviotas

danzando en nuestras manos,

había espacio para sonreír.

Cuando los extranjeros llegaban a bañarse en nuestra playa

decían que no había otra igual en el mundo,

hasta que llegó el Gobierno con sus leyes.

Tú nunca los entenderás porque eres libre

como el viento que recorre el mundo.

¡Los cachacos!, ¡los cachacos, son una mierda!

Fui uno de ellos, metido en ese  infierno del cuartel

para venir a echarlos de su tierra.

¡Eso no, carajo!,

me pongo fuerte como ese roble que creció en la carretera

cuando mi padre cayó en una protesta laboral.

Por eso también vine,

me contaron que una  bala le silbó el pecho en el puente Gálvez.

De aquí no nos mueven, ¡carajo!, muertos saldremos.

Están llegando con el humo de las fábricas cuando hay dinero,

nos quieren extinguir como lo hicieron con los cochos.

“Nuestra raza no sirve”, sonríen los hombres de dorados anillos.

Los periódicos hablan de nosotros,

ya aparecimos en las primera planas.

Nos mantendremos siempre en pie,

hay que aguantar.

Mañana

el sol brotará de tus manos.

 

 

 

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