Tras la línea de la existencia
Wilder Caururo
Sánchez
Inventario de iras y de sueños, de Augusto
Rubio Acosta, Ediciones Isla Blanca. Chimbote,
2005
Augusto Rubio Acosta, poeta y
narrador chimbotano de estos nuevos
tiempos, propone a través de sus versos la lectura atenta de las
múltiples existencias de los seres atrapados por el maremagno de la
indiferencia. A través de Inventario de iras y de sueños traza, con
grandes concomitancias narrativo-líricas, expresiones surgidas de la eclosión
de un espíritu irredento que se aprehende día con día a sí mismo.
Si los
hombres tenemos algo de trascendentales, ello se construye en lo cotidiano más
puro, en las calles de alguna ciudad maldita, saturada de negritud. Rubio en
sus poemas no canta, no sorprende; Rubio reelabora un plano de la vida a través
de la vida... persigue en un continuo sosiego y desasosiego la línea de la
existencia…
Es
bajo esa línea o sobre ella, que nos es posible auscultar nuestros propios
complejos y abrazarnos con total honestidad. Es esto lo que le da coherencia
al conjunto de poemas; ese suspirar por las cosas más humanamente
simples, las que nos conducen a desglosarnos. La imagen del otro es también
imprescindible como posibilidad o tortura continua. Es la existencia del otro
la que nos obliga a vernos con sus propios ojos:
“…duermes
sueñas y yo te pienso
batalla diaria
palabra en mano
dulce pequeña estrella”
(Tus
ojos los míos)
Y si
la imagen del ser amado es ya un premeditado intento de mirarse hasta la saciedad
más procaz. La ausencia de la sombra paterna bajo el
signo de la muerte provoca la evidencia del discontinuo existencial, el
rompimiento de toda esperanza, la precipitación más vertiginosa hacia el
foso mismo de la nada:
“dile
que el foso lo cavé yo
hace mucho
que la noche
nunca más será nuestra
hazle ver
que del otro lado
no se puede volver”
(Muerte
del padre)
Es
quizá esa visión sombría de la línea extraña de la vida, la que nos haga
más humanos. Acaso sea ese un reclamo urgente en el poemario, con ira, con
justa indignación, la que permita que el sujeto lírico se exprese con total
libertad sobre temas que ponen en entredicho nuestra condición de ser, como
dijera Vallejo, “hombres-humanos”:
lo son para el que cree ser mi dueño
el de la sangre oscura
que de mis tierras brota
para el suicida
que un día pisó este suelo
sin saber que era un camposanto
(Toma
de Basora)
Los
poemas constituyen, a su modo, un inventario de sueños. Un registro minucioso,
en lo posible, de la náusea vital que nos aqueja en lo superficial y en lo
profundo, aún lo amado o lo execrado. Es así, que el recuerdo se impone como
única posibilidad de apropiarse de un ápice de felicidad, que mientras más
concreta es, más incertidumbre causa:
que el registro sobre un papel
dejará el mundo envuelto
en el brillo ocular
de los recuerdos
complemento
mirada inquisidora
de este diario devaneo
(Saldo)
Otro
rasgo particular y destacable de los poemas de Rubio se halla en la constante
mirada hacia la enorme y devoradora urbe. El sujeto lírico avanza sujetando,
con rabia, su manojo de versos, para encontrar su lugar en toda aquella
indiferencia y la desazón que le produce habitar y cohabitar con la
marginalidad.
mi vida está escrita en las paredes
de una urbe sin tiempo y sin espacio
en manojos de papel
que recojo a diario de las calles
en las vidas que he vivido
en la invasión de fantasmas
que merodean las avenidas de la memoria
(Retrato)
La
imposición de la memoria, la perpetuación de la vida bajo la luz de la palabra
inmanente, son las mayores pretensiones del sujeto lírico en estos
poemas. Escrito sobre la confesión de una línea inacabada, Rubio se ha escrito
y no descrito; y al hacerlo ha dejado para la posteridad un cuestionamiento
envuelto en dudas existenciales, donde lo único seguro es, que si se vive es
para padecer la ausencia de ser como no se es:
soy el joven-adulto-niño
a quien golpea tu ausencia
y tu forma de decirme: calla
no digas más porque te quiero
(La
vida según Piaget)
Poesía
inscrita dentro de un romanticismo nada tétrico, los poemas de este poeta
ancashino lo delatan como una voz interesante, cuya propuesta lírica ha de ser
acogida, no con apatía sino con iras y sueños análogos a los suyos.
Saludamos
desde estas modestas líneas, la calidad de su escritura, en una época en la que
un hervor especial nos acomete a los artistas que padecemos la posmodernidad.