Plasticidad y vigor interno en Baladas del ornitorrinco

 

Leonidas Delgado León*

 

 

 

Asistir al proceso evolutivo de Ricardo Ayllón en el ámbito de la creación literaria, naturalmente a través de sus libros y partiendo solo de la singular perspectiva del acucioso lector, me lleva a emitir un juicio crítico que, sin tener el rigor de un especializado, pretende tener validez.

Los méritos se evidencian en el equilibrado manejo del lenguaje, pues la palabra adquiere no solo dimensión semántica sino que también aborda aspectos intuitivos que muchas veces sobrepasan la función fonológica.

Expresar los verbos con tal plasticidad es digno de resaltar pues es recurrente en la prosa de Ricardo Ayllón, me refiero al uso de los tiempos verbales que dotan a la expresión de mayor fuerza. Esta distinción se aprecia, fundamentalmente, en el tiempo pretérito, en una suerte de variedad deleitiva para el lector. Desinencias que lo llevan a reformular la descripción con frecuencia. Quiebra el tradicional tiempo cronológico reemplazándolo por un tiempo subjetivo, notándose la marcada influencia del francés Marcel Proust, pionero de esta tendencia.

La amenidad y los aspectos ambiguos son presentados sutilmente, de modo que lo simple y cotidiano, y hasta lo supuestamente absurdo, adquieren el nivel de literatura. Aquí lo demótico queda archivado para dar paso, cual fulgurante estela, al elemento connotativo. En consecuencia, el lector encontrará un amplio abanico de significaciones sugeridas por el texto.

Baladas del ornitorrinco (Ediciones Altazor, 2005), se caracteriza por desarrollar principalmente el relato filosófico a partir de cosas o hechos superfluos (bien lo apreciamos en “Melancolía en torno a un plátano despanzurrado”), la crónica periodística con pinceladas fantásticas que logra envolver al lector en una atmósfera privilegiada y el cuento que –en un derroche de imaginación– se desliza a través de las visiones oníricas.

En esta miscelánea de géneros, Ricardo Ayllón, a través del manejo de la primera persona, concede mayor verosimilitud a los relatos. Hay un vigor interno que singulariza el gusto personal de quien manifiesta sus propias vivencias y convicciones. Bien podemos afirmar que la producción literaria de este joven escritor es una valiosa propuesta para nuestras letras, y no vacilamos en celebrar este importante logro.

 

 

*Leonidas Delgado León (Jesús, Cajamarca), reside en Chimbote desde 1968. Es autor del poemario infantil Juguetes de barro y de los libros de cuentos Viajero del tiempo, El tío Cundunda y Espina de pitahaya. Es docente de Lengua y Literatura e integra el Grupo Isla Blanca.

 

 

 

 

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