El
Pozo
Paul
Rivera
I
Sí, te entiendo, Luis,
pero entiéndeme también a mí. Sé que tienes que cumplir con tu labor, mas no es
fácil explicar lo que sucedió. Mi mente es un torbellino, las imágenes se
repiten en mi cerebro, se vuelven oscuras, algunas son nebulosas y otras
claras. Sé que no hay mucho tiempo, que debes preparar mi defensa y te lo
agradezco, amigo. Voy a intentar narrarte las cosas punto por punto. Quita esa
cara, hermano, ya no soy la persona que conocías,
si algo bueno queda en mí es la confianza que siempre te tuve. ¿Que por qué no
recurrí a ti antes?, no quise que nadie me ayudara, sentía tanto placer en ir
deshumanizándome, tanto gozo al explorar mi parte animal. Tu mirada es de
lástima, pero no me la tengas, cumple con tu trabajo, intenta defender lo
indefendible, mas te advierto que tu reputación puede quedar dañada. Gracias
por quedarte y, sobretodo, por escucharme, así no más no te topas con un
verdadero asesino, ¿no es cierto, amigo?
II
El sueño se repite
noche a noche. Me encuentro en una habitación de paredes blancas, es enorme y
del techo penden lámparas que iluminan el recinto. En el centro se encuentra ella acostada en una camilla, me
coloco una bata de médico y me cubro la nariz con una mascarilla. Ella abre las
piernas y yo empiezo a curar sus partes íntimas, de su sexo comienza a brotar
un hedor nauseabundo que me inquieta, su matriz se ve enorme y oscura, la tarea
es ardua, hay heridas en sus paredes vaginales. El esfuerzo me sobrepasa.
Levanto la mirada y sus ojos tienen un color de fuego, de pronto la habitación
se pone oscura y fría y yo me interno dentro de su
sexo oscuro. Ella desaparece y me queda la sensación de vacío. Caigo. No tengo
peso, todo es oscuro y estrecho, oigo un ruido extraño. Risas. Miro hacia arriba
y veo una pequeña luz, apenas imperceptible, sé que ésa es la salida. Pero
caigo, colisiono sobre algo húmedo, me sumerjo, siento que me ahogo. Grito muy
fuerte y es entonces cuando despierto.
III
Acércate, Paul, que
no muerdo. Ven, abrázame. Quiero sentirte dentro. Despierta la fiera que llevo
en las entrañas. Muérdeme los labios, el cuello, los senos, mi estómago. Bésame
el pubis. Recorre mis piernas con tu lengua. Quiero pervertirte. Sé mi dueño y
esclavo. Cumple todas mis fantasías que yo cumpliré las tuyas. Trátame como a
una reina y una ramera. Idolátrame y enviléceme. Hazme sentir la soberana del
infierno, que tu cuerpo sea mi perdición y redención mientras cumplimos este
pacto secreto: ser uno mientras hacemos el amor. Que el deseo sea más grande
que la prudencia. Sigue, Paul, explora mi intimidad. Húndeme en esta pasión,
hazme sentir que llego al fondo de este abismo de donde sólo saldremos cuando
muera la pasión. No importa que haya lodo y fango, el deseo solamente conoce
del dolor. Este dolor de sabernos malditos y pecadores.
IV
Cada vez que tomo
estas pastillas duermo como una piedra, más ahora que ya no es tan fácil
despertar. Ahora, en el sueño, ella sale del fondo del pozo, hermosa como un
ángel, en una mano lleva un crucifijo y en la otra un cuerno de cabra. Me mira
pidiéndome con voz de ultratumba que elija la salvación o la perdición:
“Eres el hacedor de tu destino”. De pronto todo va tomando forma de
pozo, me comprimo, es alucinante, me voy alargando y endureciendo, poco a poco
me transformo en un pozo oscuro y frío. Siento que algo brota de mis pies, es
agua, pienso, y va subiendo, advierto la humedad en mi cuerpo y un hedor
nauseabundo se deja oler en el ambiente. Hay gritos espantosos, alguien dice
que soy el asesino. Entonces el agua sube más rápido, quiero despertar pero no
puedo, me empiezo a ahogar, siento que rebalso y descubro con horror que no se
trata de agua sino de sangre, un flujo oscuro y pestilente. Cuando por fin
despierto, tengo la nariz y la boca llenas de mi propia sangre.
V
Aquí fue, Luis, este
es el lugar. Ya estaba muerta cuando la traje para seccionar su cuerpo. ¿No me
crees? Mira, primero abrí su pecho con el
bisturí que me procuré, quería saber cómo era el corazón de la mujer que
tanto amé, todavía estaba tibio. Luego corté su cabeza con el hacha y la arrojé
al fondo del pozo, el resto fue más fácil, sin sus ojos mirándome todo fue mero
oficio de matarife: los brazos, las manos, las piernas, los pies. Cuánta sangre
había, no me percaté del tiempo. ¿Cómo?, ¿qué hacia el viejo mientras tanto?,
miraba perplejo, así amordazado como estaba poco podía hacer, no sé cómo no le
dio un ataque cardíaco. Cuando arrojé el último pedazo de su cuerpo lloré
mucho. Amar y odiar. Dar vida y muerte, todo es cíclico, todo es tan simple:
sentirse Eros y Tánatos, el ying y el yang, mi querido
abogado, cielo e infierno… Pero basta de filosofías que tú sólo entiendes
de leyes. ¿Qué hice después?, nada, sólo agarré al viejo y lo arrojé al fondo
del pozo.
VI
Ahora que ya conoces
el dolor del placer, mi esclavo Paul, cumple con mi último deseo. Te has
portado bien, has hecho lo que te he
pedido, y eso me hace muy dichosa. Veo que has entendido que todo es parte de
un proceso, una involución humana con propósitos placenteros. ¿Dime si no has
disfrutado de la zoofilia y la sodomía, del voyeurismo, el sadomasoquismo y la
contranatura? Todo en nombre del placer. Pero ya sabes mi último deseo.
Mientras me hagas el amor aprieta esta pantimedia. Tómala, huélela, lámela,
pásamela por el cuello. Y antes de que termines dentro de mí, antes de llegar
al clímax, aprieta fuerte. Por favor, deja de llorar que todo es parte de una
búsqueda. Sabes que el momento preciso en que me venga será también el instante
en que sienta las primeras caricias de la muerte. Sentir el dolor de la muerte
mientras hacemos el amor es lo último que deseo experimentar, el placer de
saber que eres tú quien lo hace, Paul. Te doy las gracias porque sé que vas a
cumplir mi deseo, ven, acércate pronto que tengo ganas de hacer el amor por
última vez... ya sabes qué hacer con mi cuerpo y con el viejo de mi padre.
Gracias Paul, sé que lo harás porque eres bueno.
VII
Todos me llaman el
loco del pozo. Eso me tiene sin cuidado, trato de pasar desapercibido en la
sección psiquiátrica de este penal inmundo. No sé cuántos años me dieron, por
la expresión de mi abogado veo que fueron más de los que él pensaba. Pobre
Luis, en el fondo es un buen tipo. Si no fuera por las pesadillas diría que me
encuentro bien. Por ahora lo que más me interesa es ser parte del grupo de
internos que va a construir un pozo de agua en el penal. Para eso debo portarme
como una persona normal. Sería excelente cavar y cavar hasta encontrar agua.
Quién sabe si no encuentro los huesos del viejo y los
despojos de ella. Sería la felicidad perfecta, reencontrarme con ella. Ja, la felicidad en el fondo de un pozo.