Lolita:
La pasión enferma, pedófilo y
objeto sexual
Por
Roxana Ghiglino Gonzáles
Nabokob fue un escritor genial, de origen
ruso, el cual tuvo que huir de su país nativo para habitar finalmente en los
Estados Unidos debido a la persecución bolchevique y de los agentes nazis. En
su trayecto tuvo que abandonar no solamente su tierra sino también su idioma,
como el mismo Nabokob menciona "Mi
tragedia privada, que no puede y no debe ser preocupación para nadie, es que
tuve que abandonar mi expresión natural, mi despejada, rica, e infinitamente
dócil lengua rusa por una variedad de inglés de segunda clase". Pese a esta circunstancia Nabokob se hizo de una amplia trayectoria y escribió una serie de libros en inglés. De su
producción se destacaría por su malicia infernal Lolita.
Esta novela, que fue prohibida en Francia e Inglaterra, trata acerca de la pasión que se desata entre
un personaje adulto y una niña de doce años, y resultó un desafío y un enorme
logro, pues está considerada por muchos como la obra más avanzada ejecutada en
Norteamérica, si consideramos también que fue escrita durante la época puritana
de Estados Unidos de los años 50, el hecho de hablar de la pederastía,
un tema tabú, fue toda una proeza. Cuando se publicó en 1955, se la tachó de
pornográfica, sin embargo tuvo tanta acogida que aseguró la vejez del autor y
el director de cine Stanley Kubrick
la llevo al cine teniendo un éxito rotundo.
La novela tiene
analogías con otras que Nabokob escribió acerca de
pasiones enfermas: La dádiva de 1938
trata acerca de la relación incestuosa entre un padrastro y su hija, El hechicero, obra póstuma, es la historia
de un cuarentón que siente una atracción obsesiva hacia las chiquillas y que
termina enamorándose también de su hijastra, a la cual desea poseer sin lograr
ningún éxito.
Sin embargo Lolita
es definitivamente la obra maestra de Nabokob porque
esta supone ante todo un enorme logro verbal, una especie de canto en honor a
la belleza y a la obsesión que ésta puede desatar, pero como lo veremos más
adelante, no la belleza como arquetipo idealizado y encantador, sino la belleza
como objeto, la belleza que en este caso no inspira ternura, sino que
desencadena en absoluta crueldad y malicia, la belleza como manzana de
perdición. Cierto grado de melancolía, poesía y perversidad se entrelazan en la
obra de manera armónica a pesar del antagonismo que se presenta en las mismas.
En realidad el lector queda confundido ante el extraño y desconcertante encanto
de Lolita, que resulta abrumador y en algunos
momentos se torna insoportable, ya que dicho encanto radica en la mezcla de
superflua inocencia de la niña que convive con sus posibles artimañas de
seducción, aunque lo que resulta confuso es saber si dichas artimañas están
planificadas en una forma rara de temperamento precozmente calculador o es
excesiva espontaneidad por parte de Lo.
Obviamente muchos
concordarán en que llama la atención la composición del intrincado psiquismo de
los personajes, que resultan una dupla excelente: Humbert
el protagonista es un personaje intenso, complicado, perverso, que tiene una
peculiar afición: es un entomólogo,
coleccionista de mariposas y obviamente la presencia de Lolita le perturba.
Ella es una mocosa aparentemente tonta, superflua y corriente, pero que posee
el encanto y seducción de las niñas – mujeres, con apenas doce años y que es
capaz de despertar el morbo en Humbert.
La novela se inicia
en París y luego los sucesos se desatan en Estados Unidos, ahí es donde se
desencadena la perversidad de Humbert, al conocer a Lolita. El escritor llega primero a la casa de Charlotte Haze, la madre, con la finalidad de alquilar un cuarto. Humbert al conocer a la señora nos muestra la repulsión que
siente hacia esta por su edad, ya que la mujer frisaba los 40 años,
calificándola de aburrida y común.
Lo cierto es que
resulta imposible que Humbert se fije en la madre
porque su fijación obsesiva se centra en las jovencitas, su caso es el de un pedófilo que se deshace al estar cerca de las chiquillas a
las que llama ninfulas.
Humbert es un personaje patético con alteraciones de
tipo emocional que raya en lo patológico y que encontrará en la niña el objeto
de su pasión pervertida, aunque dicha pasión se convine con una especie de
idealización del cuerpo de esta y de un romanticismo que a veces resulta
ridículo "Era la misma niña: los mismos hombros frágiles y color de miel,
la misma espalda esbelta, desnuda, sedosa, el mismo pelo castaño. Un pañuelo a
motas anudado en torno al pecho ocultaba a mis viejos ojos de mono, pero no a
la mirada del joven recuerdo, los senos juveniles. Y como si yo hubiera sido,
en un cuento de hadas, la nodriza de una princesita (perdida, raptada,
encontrada en harapos gitanos a través de los cuales su desnudez sonreía al rey
y a sus sabuesos) reconocí el pequeño lunar en su flanco... me es difícil
expresar con fuerza adecuada esa llamarada, ese estremecimiento, ese impacto de
apasionada anagnórisis.... Mientras pasaba junto a ella en mi disfraz de
adulto...el vacío de mi alma logró succionar cada detalle de su brillante
hermosura,". (p.40)
Desde el inicio se muestra a Lolita como un objeto sexual, es decir, ella no ofrece ningún indicio de poseer alguna
cualidad a nivel de su personalidad que vaya más allá de la carne ni ambiciones
que puedan hacer que el lector fantasee que cuando Lolita
en un futuro será una mujer interesante, en el último de los casos sólo se
podría esperar de ella que fuese más adelante una mujer sumamente experimentada
en la cama, pero no un personaje brillante en cuanto a sus ideas, como para que
el apetito hacia ella trascienda hacia
algún sentimiento profundo, y sólo su cuerpo es idealizado, no algún rasgo de
su forma de ser "Nunca he experimentado tal agonía. Me gustaría describir
su cara, sus manos...y no puedo, porque mi propio deseo me ciega cuando está
cerca. No me habitúo a estar con nínfulas, maldito
sea. Si cierro los ojos, no veo sino una fracción de Lo inmovilizada, una
imagen cinematográfica, un encanto súbito, recóndito, como cuando se sienta
levantando una rodilla bajo la falda de tarlatán para anudarse el lazo de un
zapato” (p.44)
Lolita a diferencia de muchas niñas
que figuran en la literatura como objetos idealizados de amor, no provoca esa
ternura romántica ni el deseo de hacerse digno de ella mediante el ideal
caballeresco, no, admitámoslo, Lolita evoca morbo,
malicia, bajas pasiones, incluso el
mismo Humbert revela su deseo oculto de suministrarle
un somnífero para poderse aprovechar de ella mientras estaba dormida.
El personaje se nos
muestra muy simple, chato, en el aspecto de sus ambiciones, anhela ser
bailarina para poder menearse ante los demás, la madre no parece mostrar ningún
afecto natural hacia ella, porque lo cierto es que se desata una absurda
competencia por llamar la atención del nuevo inquilino.
Sin embargo el poder
de Lolita radica esencialmente en su coquetería,
tocando a Humbert, insinuándosele, acercándose a él. Lolita es una niña agrandada, traviesa, que gusta de imitar
a las mujeres mayores, y ya había tenido experiencias sexuales con otros
jóvenes, una chiquilla no precisamente ingenua en el sentido que esta palabra
podría atribuírsele a las niñas de su edad, y tiene cierta tendencia espontánea a manipular a los
hombres, aparentemente consciente del efecto que es capaz de provocar mediante
sus artimañas sutiles de seducción.
Por otro lado para
que halla un tipo de relación enferma como es este caso, no sólo existe el
objeto de deseo y morbo que provoca una obsesión desquiciada, sino que,
obviamente es necesaria la presencia del pedófilo que
a todas luces muestra una actitud y
pensamientos anormales, y dicha pedofilia no es el
resultado de su repentino enamoramiento hacia Lo, en absoluto, Humbert demuestra su entusiasmo hacia las niñas atractivas
en el desarrollo de toda la novela, y ciertamente otros sucesos no
demuestran que Lolita sea el único objeto de
deseo de Humbert.
Sobre la
personalidad de éste, a pesar del romanticismo y el extraño lirismo en sus
palabras de admiración o embobamiento por el cuerpo de Lo, es posible afirmar
que es un ser calculador, sin emociones profundas, no se conmueve ni siente
afectos sinceros, las niñas para él apenas son o resultan ser un simple
pasatiempo para conseguir cierto grado de placer al descubrir que puede
despertar en ellas atracción o
simplemente son el objeto bello que él desea admirar para su goce
personal. Este personaje también tiene inclinaciones sádicas y asesinas, para
conseguir su propia satisfacción no tendrá reparos en deshacerse de la madre de
Lolita por considerarla un estorbo en sus planes, y
cuando el lector podría concluir que con dicha desaparición en la obra, Humbert podría alcanzar de manera utópica la
satisfacción completa de su placer al
finalmente lograr su objetivo; poseer completamente a Lolita,
ocurre lo inesperado o quizás no, dependiendo de la perspicacia del lector…Humbert planea nuevamente deshacerse de alguien más por
interferir en sus planes, en este caso, paradójicamente Lolita
será la víctima.
Si bien el personaje
de Lo no resulta una criatura pura a los ojos de los lectores, ya que
obviamente no es lo que comúnmente se conoce como una niñita indefensa, tampoco nos encontramos en la situación de que Humbert sea la víctima
que ha caído en las garras de la chiquilla, no, en absoluto, Humbert es un hombre maduro, y no es posible comparar su
experiencia con la de Lolita, ya que esta a pesar de
que tener cierta trayectoria sexual, incluso podríamos hablar de que su astucia
radica en su sexualidad y la capacidad de manejar hasta cierto grado a su
antojo a Humbert, no posee las artimañas del
intelecto propias de la madurez, ni puede obviamente elaborar alguna complicada
elucubración mental que le hubiese servido para poder defenderse más adelante
del desquiciado Humbert, en este caso, Lolita al final del juego sexual termina siendo una
víctima, y en este aspecto recalco el valor de objeto sexual que se le atribuye
a la niña a quien Humbert trata muchas veces de belleza barata.
La historia tiene un
triste desenlace, donde finalmente el deseo desaparece, Humbert
se vuelve un tipo insoportable para Lolita, ya que
éste la amenaza e incluso la llega a sugestionar con un futuro miserable porque
como ya hemos mencionado, Lolita puede tener cierto
grado de astucia pero esta no es suficiente para manipular completamente a Humbert y el final
de la novela es como el pederasta: frío y despiadado.
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Roxana Ghiglino, (1980) Licenciada en
Educación, especialidad Lengua y Literatura y profesora de inglés. Se licenció
con la tesis “El Fanatismo Religioso en la Novela Total La Guerra del Fin del Mundo”. Ha pertenecido a los siguientes grupos:
Disidencia, Taller 1, Elenco de teatro del INC, Coro polifónico del INC, entre
otros. Ha publicado en: Simoné, Letra Libre, Peripheria,
Castillo de Humo, Aspermia, entre otros. Ha sido
ganadora del primer concurso de relato breve “Identidad Ancashina” organizado
por la ONG Vasos Comunicantes con el
relato “Camile apesta a rosas” y obtuvo una mención honrosa en los IX Juegos Florales de la
Universidad Ricardo Palma con “Apenas puedo pedir un mea
culpa por tanta malicia escrita en tan pocos versos”. Actualmente es
participante activa del INC y dicta
cursos vacacionales de inglés y lectura veloz.
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