Camile
Apesta A Rosas
Roxana
Ghiglino Gonzáles

Camile apesta a rosas,
lo descubrí esta mañana cuando hallé su cuerpo descompuesto y no eran los
gusanos quienes devoraban sus pezones, sino las mariposas rojizas de
estas tardes de invierno.
Pero no atiné a salvar
lo que quedaba de ella, porque me parecía inútil, ya estaba muerta y en
su lugar apenas iba quedando un puñado de polvo que seguía apestando a
rosas-
Sabía que era inmortal,
que algo de ella seguiría vagando por estas calles, que probablemente
esta muerte sería temporal, y ella estaría ahora paseando por los
mundos que existen y los que no existen, para retornar por alguna grieta
del suelo o del fondo de una acequia.
La conocí en Huarmey,
una noche en la que se paseaba por la playa, y yo bebía vino a la
luz de la luna. Yo era un perfecto imbécil para mi familia, me
dedicaba a escribir historias estúpidas sobre muertos que se
multiplican en la sombra de los vivos. A todos les parecía una pérdida
fatal de tiempo, pero fui necio quizás por eso fui bendecido y a la
vez maldecido.
Bendecido, porque estas
historias estúpidas me habían llevado lejos de esta tierra
legendaria que huele a pescado y a sal, para colocarme en la
portada de algunas revistas bien intencionadas de Lima,
que veían en mí a un gran novelista a pesar de mis 27 años y de mi
poca experiencia, ya que todo lo que había escrito no fue porque lo
hubiese vivido realmente, es más a veces creo que todo fue producto
de mis sueños de alcoba cuando masturbarme era lo único que quedaba para
apagar el insomnio.
Maldecido, porque la
poesía me llevó hasta la cueva de Camile, una noche de verano de la
que no daré detalles, porque ella pertenece a mi silencio como yo al
suyo.
Sin embargo la historia
absurda de nuestra pasión, se acabó el día que la traje a Huaraz, para
que conociera la tierra a la que me gustaba venir durante mis vacaciones.
El estar aquí me hacía sentir que estaba atrapado en una jaula de tierra
y agua, y aunque parezca extraño, tal encierro no me enloquecía.
Me dijo que regresaría
pronto, que apenas quería despedirse de la laguna de Llanganuco y hacer
una especie de ritual que había aprendido de unos gitanos
zarrapastrosos que siempre venían por estas tierras a engañar a la gente.
Pero
no regresó, la policía encontró su cuerpo exánime una semana después al
fondo de la laguna, aún no me explico qué paso, apenas recuerdo que soñé
que ella apestaba a rosas, que se la comían las mariposas, que me
decía que volvería por alguna grieta de la tierra o alguna tarde
del fondo de una acequia, que se cambiaría de nombre, que
me haría el amor hasta el amanecer y me perdería en su sexo...
Roxana Ghiglino,
(1980) Licenciada en Educación, especialidad Lengua y Literatura y
profesora de inglés. Se licenció con la tesis “El Fanatismo Religioso en
la Novela Total La Guerra del Fin del Mundo”. Ha pertenecido a los
siguientes grupos: Disidencia, Taller 1, Elenco de teatro del INC, Coro
polifónico del INC, entre otros. Ha publicado en: Simoné, Letra Libre,
Peripheria, Castillo de Humo, Aspermia, entre otros. Ha sido ganadora del
primer concurso de relato breve “Identidad Ancashina” organizado por la
ONG Vasos Comunicantes con el relato “Camile apesta a rosas” y obtuvo una
mención honrosa en los IX Juegos Florales de la Universidad Ricardo Palma
con “Apenas puedo pedir un mea culpa por tanta malicia escrita en tan
pocos versos”. Actualmente es participante activa del INC y dicta cursos
vacacionales de inglés y lectura veloz.
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