Carta roja


Aqualuz

 


No tengo sueño. Mis ojos cerrados, mi mente alerta.
No quiero sueños. Enciendo la lámpara, abro la ventana.
¡Ya sé! Escribiré una carta.
Pues bien, aquí la hoja completamente blanca.
Querido amigo: ... ¿Querido? No, no me parece conveniente.
Mejor empezaré con un simple hola.
No, hola no es suficiente.

Octubre 19 de 2003.

Amigo (si, amigo es lo prudente):

¿Cómo te encuentras? He sabido que luces como nunca,
regio, varonil y bien cuidado.
Yo, te escribo con el mejor deseo de que así la pases.
También es cierto que quiero comentarte algo, algo que me inquieta.
Verás, hace dos días que contemplaba la luna,
en esa noche preciosa... me encontraba embelesada ante
el familiar pero nunca poco asombroso astro,
cuando mis oídos percibieron el tenue sonido de
una voz lejana. El sonido llevaba tejido mi nombre, enseguida
llegaba una pregunta, y era ésta: ¿me amas?...
Mi sorpresa fue absoluta. Casi caigo del banco en que me hallaba.
Por segundos, y después por los minutos, largamente esperé
escuchar de nuevo alguna frase. ¡Nada! solo eso.
Quedé en suspenso recordando. Esa voz. Esa voz no me era extraña.
Yo la conozco. ¿No te parece algo extraordinario?
Desde ese momento nació la idea, y he querido preguntarte,
¿contemplaste la luna también aquella noche?
¿escapó de tus labios algún nombre?
¿escuchaste tú que te llamaban?
Bueno, te inquiero tan solo por saber. La curiosidad me atrapa.
Espero que pronto escribas, mucho anhelo tu carta recibir.
¿Ves esta mancha roja?, es solo un poco de carmín... que por
descuido se desprendió de un beso, un beso de mi boca.
Hasta la próxima ocasión en que te escriba.
Un abrazo... que te encuentres bien.

Atentamente: Yo.
......................
Ahhhh!, ¡que sueño tengo!
al buzón la carta, el cuerpo al lecho
y el descanso al corazón.
¿En dónde estará la dirección...
que lleve las cartas del amor?

 

 

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