FRACTALES: ¿EL ARTE DE LO INFINITO?
Por: Ignacio Días Del Monte
La música que escuchan se corresponde ‘punto por
punto’, a la imagen que están viendo.
Esta imagen y su
representación sonora han sido generadas por ordenador simultáneamente
mediante un software al efecto. Así, como si de un pintor puntillista se
tratase, cada punto de la imagen se corresponde con un número y éste, a
su vez, con una nota musical. De hecho, con un poco de práctica y de
paciencia, con el fin de lograr una melodía que no sea un chirrido o a
una conjunción de estridencias, cualquiera puede realizar esta
representación artística dual.
Si nos fijamos en la
imagen –al igual que en la música-, apreciaremos que se trata de un
mismo motivo en distintas escalas repetido, al tiempo que el propio
objeto forma parte de la definición de sí mismo. En términos científicos
diríamos que conjuga las características de autosemejanza (o
autosimilitud) y autorreferencia. En el mismo campo, este tipo de
figuras se denominan fractales, palabra creada por el matemático
Benoît Mandelbrot en 1.975, en el intento de construir un modelo que
permitiera medir, con un alto grado de aproximación, las líneas curvas
que se dan en la vida real –su utilidad práctica puede ser destinada,
por ejemplo, a medir la costa de una isla-; dado que en la vida real no
se dan las características de la autorreferencia y la autosemejanza
exactas –aunque visualmente lo pudiera parecer, como en el caso de un
ciprés, un helecho, un terreno cuarteado o una col- podemos decir que
los fractales no existen en la naturaleza, pero su modelo matemático
permitió aplicaciones prácticas en campos tan diversos como la geología
-descubrimiento de vetas de oro-, la biología, la geografía –ya
mencionado-, la ingeniería y la arquitectura, o la economía o la
sociología. Y, por supuesto y tal como hemos mostrado, en las artes.
Si reflexionamos un
poco, nos daremos cuenta de que en realidad no se trata en sí de un
descubrimiento, si no del hecho de denominar y modelizar un tipo de
estructuras que en los campos mencionados ya existía. Así, Pitágoras, en
la división del triángulo en infinitos triángulos, ya estaba trabajando
sobre una representación fractal; Kart Marx, intuitivamente, en su
descripción del sistema capitalista, creo un fractal; J. S. Bach,
Beethoven o Mozart en algunos fragmentos de varias obras compusieron
estrofas repetidas en sí mismas en distintas tonalidades; en economía,
el modelo de control que explica las espirales inflacionistas o en
sociología –y la ciencia en general- el efecto mariposa cumplen en gran
medida con las características reseñadas; en el ámbito pictórico, y en
especial en el del marketing, las marcas Anis del Mono y las de leche
condensada Nutricia o El Niño, trabajaron este concepto antes que se
definiera; Borges, en algunas de sus obras se acercó a la idea; una
cámara de vídeo, conectada a un televisor que está situado
perpendicularmente al centro de la lente, escena representada en
numerosas exposiciones, crea un fractal, como también lo son dos espejos
frente a frente.
La unión de un modelo
matemático, que bien podía, como muchos otros, haber pasado
desapercibido, con la utilización y aprovechamiento de la informática y
sus avances en programación y equipos, así como de los medios de
transmisión de la información y presentación y representación, conllevó
que los artistas gráficos, en especial, dieran con un filón instrumental
que permitió en poco tiempo crear una tendencia en el mundo del arte que
se ha ido conjugando con otras formas de creación.
Los críticos de esta
tendencia, dudan que, al hallarnos ante una creación aleatoria mediante
ensayos de acierto y error, a través de la modificación de unas
variables de las ecuaciones de los sistemas matemáticos y de los
logaritmos en los que se basan los programas informáticos, nos hallemos
ante una forma de arte. Más aún en el campo musical, donde la repetición
constante de una misma estrofa o conjunto de éstas puede resultar
bastante anodina o monótona. A su vez, la accesibilidad masiva, el hecho
de que cualquiera pueda ser autor, es considerada como una forma de
alterar la sustancia artística.
Desde mi punto de
vista, no creo que el instrumental determine el resultado artístico, más
bien la combinación ciencia/arte abre nuevos caminos de expresión. Desde
el sentido de la crítica, habría que denostar toda expresión artística
realizada mediante el uso de instrumentos tecnológicos, por lo que, sin
ir más lejos toda expresión fotográfica u cinematográfica, por su
accesibilidad masiva –cada día más ‘democrática’-, debería ser eliminada
del espacio ARTE, considerando, por tanto, éste como el que agrupa las
seis artes clásicas. El uso de instrumentos cibernéticos y digitales
permite aumentar la búsqueda masiva del concepto de belleza y logra
acercar la cultura a la masa popular. La dedicación en esta búsqueda, el
sentido del gusto o de la estética, es siempre independiente de los
medios. Crear nuevas técnicas o desarrollar las existentes, amplía el
arco de opciones creativas, sin que por ello dejen de existir
aficionados, artistas mediocres, notables creadores o genios. Más aún,
el perfeccionamiento de los programas facilita que el artista se ciña
más en el sentido meramente de la creatividad, como si de un pincel, una
pluma o un teclado se tratasen.
Así, se crean
combinaciones entre distintos campos del arte: lo visual junto con lo
sonoro, el texto con la imagen, los tres complementados, o los tres en
solitario. En lo musical ya hemos mencionado algunos ejemplos; en el
campo literario, en lo poético, mediante el hipertexto o mediante la
propia creación de estructuras permutables y constantemente modificables
y en desarrollo, redescubriendo los valores del ritmo, la métrica y la
rima. En este ámbito, obviamente, toma cuerpo también la combinación con
la imagen, ya sea fija o en movimiento y se extiende a la suma de
aquéllas con la música, construyendo lo que podríamos denominar un arte
global, basado en el concepto científico de fractal. A mi entender, en
cambio, el arte fractal visual se encuentra a años luz del poético
–menos que del musical-; probablemente porque dependa de un estricto uso
de la técnica literaria, en el caso de unas tendencias independientes
del fractalismo gráfico, o porque, en el caso en que se combina lo
visual, requiere del conocimiento de fundamentos de diseño o matemáticos
que pueden anular la poesía en sí o, en otros casos porque se considere
como un juego literario-visual en el que predomina la última faceta. Sin
embargo, esta inmadurez permite no hallarse atado por paradigmas
artísticos y limitaciones cibernéticas, sino aventurarse a desarrollar
nuevas forma de entender la poesía y el arte literario –el fractalismo
es también una fuente de inspiración para la literatura en prosa y
permite concebir tramas que son modelos o desarrollos de la
autosimilitud y la autorreferencia.
Pero además de estas
nuevas ‘ventanas’ que se han abierto y se están abriendo, lo que
trasciende es la búsqueda o el diseño de la intuición, a través del
arte, del camino que nos lleva, a un tiempo hacia lo infinitamente
pequeño y lo infinitamente grande. Una abstracción en dos sentidos
direccionales hacia aquello que no podemos ver o cuantificar, pero que
se adivina. Al cabo, la traslación en lo simbólico, en lo artístico, de
las preguntas que mueven el intelecto humano: ¿qué hay más allá de
nosotros?, ¿ante la inmensidad del tiempo y del espacio, ante la
infinitud y la vitalidad de lo diminuto, qué somos realmente? ¿dónde
empieza y acaba todo, si existen el principio y el final? Bien sabido,
como hemos dicho, que el arte es una forma de expresar lo que no sabemos
expresar con la lógica y la ciencia -incluso lo que, siendo lógico o
registrado como científico, se adentra más allá de lo que nuestro
cerebro puede asimilar como real- vestido además de lo que, en un amplio
espectro, consideramos bello o estético; el concepto de fractal, en este
sentido, puede servirnos como un nuevo lenguaje para, desde lo estético
y lo científico, acercarnos a lo que nuestro cerebro desconoce. No se
trata simplemente de una nueva tendencia artística, se trata de una
aproximación artística hacia lo metafísico y lo existencial.