La verdad me abraza con sus huesos de felpa
yo lanzo mi caña de pescar al negro río del tiempo
y extraigo un pez grandísimo:
es la soledad que emerge de sus aguas turbias
con una despedazada mujer apretada entre sus dientes
una mujer que lleva puesta la sangre como un vestido de encaje
ondeando sus blondas de fuego.
Las voces caminan de largo en las ruinas de lo oscuro
donde habito como una serpiente
pero una de ellas (la más demacrada) se detiene y me susurra:
nadie lavó tus huesos con su sangre
ni desató tus sogas de hielo
se olvidaron de tocar tu campana 12 veces cada noche
para que amanecieras fuera de tu cárcel
de esa hospedería de pasillos y cuartos infinitos
donde Baudelaire y Rimbaud escriben versos
con los aguijones de los alacranes
y el corazón como una casa roja
de solitario cuervo o gorrión
se hunde tras el tsunami.”
percudido gabán que todos se han puesto
oliendo el moho de tus calles
intentando cruzar los puentes del desquicio
quédate con los neologismos que le inventaste
al brillo de mis ojos cada día
deja que lleve el amor como una insignia en el pecho
o una hermosa lágrima entre las manos
deja que reconstruya las facciones del ángel
pez que se traga otros peces
que ya no dormiré entre tus barrotes
en esa cárcel donde antes de beberte como cicuta
echaba sus raíces el crepúsculo
porque lo mismo sería hacerlo sobre un suelo húmedo
con el ruido de los cláxones
y tu filuda voz gravitando en mi cabeza
Muchos hijos tuyos he abortado
y dime: ¿acaso se elevaron al cielo?
Ahora sólo te pido soledad
que raudamente escupas mi nombre
mientras salgo como una polilla