El ensayo es
la ciencia, menos la prueba explícita.
(JOSÉ ORTEGA Y
GASSET)
EL AMOR INCONDICIONAL EN EL CUENTO
CASTILLOS EN EL AIRE
DE GONZALO PANTIGOSO
Pese a su brevedad,
Castillos en el aire, incluido en el libro Lindero Prohibido
(Mantícora Ediciones, 2006) narra una historia sencilla, pero
profundamente humana. Leído varias veces, el texto de Gonzalo Pantigoso
presenta una trama y estructura singular. En este ensayo me limitaré a
realizar un estudio de uno de los temas tratados por muchos escritores:
el amor. Éste por su misma naturaleza y por el lugar que ocupa en la
vida de las personas ha creado múltiples, complejas y controvertidas
definiciones.
Siguiendo la tipología
de Erich Fromm tenemos: amor fraternal, amor materno, amor erótico, amor
a sí mismo y amor a Dios. Empero, lo que más encontramos en las
producciones literarias son el amor erótico, el amor fraternal y el amor
maternal. En “La Ilíada (Homero) está en Tetis cuando protege a su hijo
Aquiles; en “Nuestra Señora de París” (Víctor Hugo), en Gudula hacia su
hija Esmeralda; en “La Madre” (Máximo Gorki), en una campesina
analfabeta hacia su hijo Pável; hasta llegar a Pantigoso Layza que
retoma el amor maternal y el amor erótico para plasmarlos en su cuento
Castillos en el aire.
La historia del cuento
comienza instantes previos a una ejecución. El condenado reflexiona
sobre su existencia y quién podría ocupar su lugar. Recuerda a su amada
y tiene la esperanza de que ella entregue su vida por la de él. Antes de
cumplirse la sentencia el juez pregunta si existe alguien, de la
multitud, que pueda ocupar el lugar del condenado. Nadie responde,
excepto la madre de aquel, pidiendo la permuta de la sentencia,
sacrificando su vida por la de su hijo. En este relato impactante e
intempestivo por la forma como se concatenan los hechos, Pantigoso logra
conjugar y, al mismo tiempo, confrontar dos clases de amor: maternal y
erótico.
El amor erótico se
patentiza en los momentos que tiene el condenado para reflexionar sobre
su existencia. El narrador del texto inicia el cuento con un símil para
dar mayor fuerza y expresividad a la consumación del acto ejecutorio,
creando un ambiente de angustia, pánico y dolor: Sentía aquella soga
alrededor del cuello como una llama que contenía todos los incendios o
todos los abismos. Es en este ambiente donde el condenado evoca su
vida pasada y recuerda que abandonó a sus padres para unirse a su amada.
Pero, el hombre siendo un ser solitario, nace para la soledad. Ésta se
manifiesta en toda su dimensión en momentos críticos, o en palabras de
Sartre, en situaciones límite: la vejez, la incomprensión y la muerte.
En esta última se encontraba el condenado cuando evoca a su amada (amor
erótico) y piensa que ella lo quería mucho, que ningún otro ser le había
proporcionado tanto amor, incluso olvida hasta el amor de su madre. Si
el amor erótico “excluye el amor por los demás”, el condenado excluyó el
paterno y el materno porque únicamente pensó en su amor erótico y
Recordó las tantas veces que ella le había prometido, entre besos y
caricias, con la piel desnuda y encendida, entregar su vida si era
posible para demostrarle su gran amor.
El amor maternal está
sustentado en hechos y Pantigoso lo presenta como una fuerza y una
actitud que sobrepasa toda acción humana. Se vislumbra como un relámpago
en un día lluvioso. Esas palabras dichas en un ambiente tétrico y
mortuorio causan sorpresa en la muchedumbre, porque nadie estaba
dispuesto a cambiar la suerte del condenado por más que éste lo
anhelaba: Aún tenía la esperanza de que alguien ofreciera su vida por
la de él... , y en el mismo condenado al escuchar y reconocer la voz
de su madre: -¡Un momento!- Exclamó una mujer entre la
muchedumbre.-¡Doy mi vida por la del condenado!. Así el amor de una
madre se sustenta en hechos dignos de alabanza (en este caso la de
entregar la vida misma por la del hijo) y rodeados por un aura de una
total incondicionalidad, sin esperar nada, absolutamente nada a cambio.
En conclusión, el
lector queda pasmado al leer el cuento. Pantigoso presenta un mundo
poblado de angustia, asombro y de muerte, donde se hacen latentes dos
formas del amor: erótico y maternal. Éste último como un sentimiento,
una actitud, un acontecimiento incondicional que está por encima de
todo.