A María Rosa

 

“Verano, ya me voy. Y me dan pena

las manitas sumisas de tus tardes.

Llegas devotamente; llegas viejo;

y ya no encontrarás en mi alma a nadie.

¡Verano! Y pasarás por mis balcones

con gran rosario de amatistas y oros,

como un obispo triste que llegara

de lejos a buscar y bendecir

los rotos aros de unos muertos novios…

¡Ya no llores, Verano!

En aquel surco muere una rosa que renace mucho…”

 

 

Retornar