El ser o no ser de los poetas

 

Augusto Rubio Acosta

 

La reciente desaparición física del poeta e historiador santeño, Benigno Araico Baca, me ha llevado a preguntarme y reflexionar más de una vez durante los días que han pasado, acerca de la existencia real y verdadera importancia de quienes se dedican en cuerpo y alma a la poesía y la cultura. Luis Alberto Sánchez dijo alguna vez que para ser algo o alguien en el Perú hay que dedicarse a cosas bastante menos sutiles y apasionadas, que el para muchos “absurdo oficio de escribir poemas”. Cualquier cosa será siempre más “provechosa” que dedicarse a la literatura y a observar el mar en esta nuestra también absurda sociedad.

Y aquí vale y cuenta todo: es bueno dedicarse al fútbol (una especie de premio a la vagancia, reconocimiento unánime y contundente a los peloteros de fin y de entre semana, que dota de ingentes recursos económicos a quienes decidan correr tras un balón y patearlo con efecto y “profesionalismo”, echando por la borda su educación y en muchos casos hasta las buenas costumbres. Es bien vista también la mal llamada “actividad artística” de quienes hacen escarnio de nuestra condición de humanos y seres pensantes, pretendiendo engañarse a si mismos con el cuento y los beneficios que les irroga el hecho de pertenecer “a la farándula”, una de esas formas simples y económicas de hacerse un espacio en la vida. Y si de hablar de los políticos se trata, la variopinta y despreciable fauna de seres abyectos que dicen gobernar nuestros pueblos, futuros inquilinos de algún penal de máxima seguridad o asilo político foráneo, no se quedan a la zaga. Así es el Perú, señores, aquí no hay lugar para la poesía, poetas, y hay que acomodarse.

La partida del vate Araico Baca, por años defensor de la vieja estación del ferrocarril, de la avenida Gálvez, símbolo de las viejas generaciones de incomprendidos creadores del puerto y la provincia, le ha producido a este cimarrón el más hondo de los pesares y ha sido motivo de una prolongada reflexión acerca de la verdadera razón e importancia de la escritura. Si los poetas llegan a conseguir el muchas veces inalcanzable sueño de publicar un libro, la edición siempre será reducida, los ejemplares deberán ser regalados o en muchos casos se tendrá que obligar a “los amigos” a que lo compren, siempre existirá el “¡ah, eres poeta, que bacán, y…. ¿en qué trabajas?!...”, además de obtener el gratuito pésame de quienes nos rodean. Los poetas nos hemos acostumbrado a que la gente nos mire con lástima, a que piensen que nos hacen un favor al comprarnos un libro o al asistir a las presentaciones y eventos de cultura.

La pregunta entonces se cae de madura: ¿Existe entonces la poesía en el Perú?, ¿sirve de algo dedicarse a la reflexión y el análisis de las cosas gaseosas y emocionales de este mundo?... La respuesta no la darán ni siquiera los estudiantes y menos los maestros en los colegios y en la mayoría de las universidades peruanas. Es triste pero cierto, crudo pero necesario decir que la poesía existe en nuestra patria porque un puñado de seres se enfrenta a la realidad y a su destino, se trata de luchadores capaces de todo para evitar la muerte de nuestra cultura aunque a nadie o a muy pocos les importe.

Si mañana o pasado muriese un congresista, el presidente de la república, un regidor, o alguno de nuestros cuestionados burgomaestres y presidentes regionales, la prensa estará ahí, eso es seguro; se hará una bulla enorme en radio y televisión, y las portadas de los medios de comunicación escritos serán para los antes mencionados, porque así es este país de injusto con sus verdaderos forjadores. En el entierro de Benigno Araico, el poeta e historiador de Santa, el periodismo estuvo ausente, pero eso en realidad a muy pocos les importó. Importa sólo que haya quienes creemos en nuestra herencia milenaria y en el futuro que dejaremos a nuestros hijos en esta vasta llanura que baña el Pacífico y donde a diario nos preguntamos si somos o no somos, si estamos o no vivos, si la lucha por la reivindicación de los poetas y artistas se mantiene a pesar de la anomia que galopa tras nuestra espalda, esa especie de sombra llamada educación peruana que pretende aniquilar la poesía, la literatura y nuestros sueños.  

                                                                                                              gucholakra@hotmail.com

 

Inicio