La
insistencia de lo hórrido en el Soliloquiode Juan
Ojeda
Wilder
Agustín Caururo Sánchez
"La
poesía existe para que la muerte no tenga la última palabra".
Edgar
Bayley.
Producir
en los seres humanos la sensación de desdoblamiento y
evanescencia es un verdadero logro que sólo se consigue a partir
de la filosofía y, mejor aún, a partir de la Poesía.
Poetizar,
resulta entonces, un acto consciente de búsqueda y permanencia
del ser. De ése que se escribe a sí mismo con la lucidez y la
premura que solo otorgan las palabras. Poetizar la vida es cantar
a la vida, aun, en la cercanía de la muerte... Poetizar la vida
es re-encantarla desde lo cotidiano... viviendo los valores que
importan... es, cada vez, ir re- descubriendo más al otro y a sí
mismo.
Heidegger
escribió con mucho acierto que el poetizar pensante es en
verdad la topología del ser. Y para él, pensar se eslabona
necesariamente con el recordar. Por ello, luego afirma con
seguridad que el poetizar necesariamente implica recordar que a
fin de cuentas no es el pensar mismo, sino lo más próximo a él.
Con el término recuerdo o memoria Heidegger
aludía a lo que los griegos denominaban Mnémosyne
y que representaron como la hija del cielo y de la tierra
desposada con Zeus y madre de las musas. La poesía lo
mismo que el juego, la música y la danza es hija de la
memoria. El recuerdo de lo que ha de pensarse es la fuente
originaria de la poesía, porque la poesía es el arroyo que a
veces retrocede hasta el manantial, el pensar como recuerdo. Así
pues, para Heidegger el poetizar es un radical fundar. Y ¿qué
fundan los poetas? El ser, por tanto el mundo, las cosas, Dios
el
fundar implica abrir el Ser, hacer que el mundo llegue a
existir, causar el nacimiento de los dioses. De esa manera
entendemos, a la luz dada por Heidegger, que toda auténtica
filosofía es a la vez pensante y poética.
Y
ese fue el camino que eligió Juan Ojeda (Chimbote, 1944- Lima.1984)
para dejar su huella en la memoria de los hombres. Eligió el
poetizar pensante hacia una mejor comprensión de la esfera
existencial, que tan cara nos es a los mortales y de la cual muy
difícilmente podemos evadirnos, sino es por la creación de
mundos alternos cargados de un profundo sentimiento fantástico.
Hoy evocaremos a Ojeda y repasaremos esa lucidez metafísica a
través de un poema suyo Soliloquio, publicado en
1972 en la colección de poemas Eleusis. La elección de
este poema se debe a la necesidad de encontrar la filiación
entre idea y poesía, exigencia omnipresente en lo escrito por Heidegger.
Para
realizar un buen análisis del poema, procederemos a presentar el
texto íntegro:
Soliloquio
Para el que ha contemplado la duración de
lo real es horrenda fábula. Sólo los desesperados,
esos que soportan una implacable soledad
horadando las cosas, Podrían
develar nuestra torpe carencia,
la vana sobriedad del espíritu
cuando nos asalta el temor
de un mundo ajeno a los sentidos.
¿Qué esperarías, agotado de ti
o una estéril música, cuyo resplandor al abismarse te anodaría?
Pero tú yaces oculto o simulas alejarte
De lo que, en verdad, es tu único misterio:
en la innoble morada de la realidad
nutres un sentido más hondo,
del que ya ha cesado todo vestigio humano.
Y destruyes
el reino de lo innombrable, que en ti mismo habita.
¿Qué esperarías? ¿Sólo madurar, descendiendo,
en una materia más huraña que el polvo?
Nada hay en los dominios frescos
del sueño o la vigilia.
Así
he considerado con indiferencia mi vida
y debemos marcharnos.
Leído
el poema, podemos trazar una ruta de análisis que nos permita
discernir el entramado ontológico sobre el que se ha edificado.
SOLILOQUIO desde el título del poema se inscribe el
sentido original del autor de hablarse a sí mismo y de sí mismo.
Ese mirarse tan cercano lo pondrá frente a frente con sus
pensamientos. Solo, amparado y crecido por su mente busca
disgregar las aristas más sensibles del ser. El Soliloquio no es
solo una postura, es un acto propicio del poetizar pensante.
Pues, como ya hemos anunciado, poesía y pensar no están
disociados, son dos líneas paralelas que en algún punto del
infinito se interceptan y donde su mayor cercanía produce en
fidelidad el surgimiento de su más pura esencia.
Para el que ha contemplado la duración / lo real
es horrenda fábula
En
estos versos, sintetiza, el sujeto lírico, el pensamiento que lo
acomete desde el momento que la contemplación se convierte en la
línea de partida de toda locura y todo acierto. Elabora una
sentencia con una especie de pesimismo óntico. Lo cruel que es
la realidad que se recibe como una imposición a los sentidos y
la certeza de verse consumido en el tiempo como fuego de muchas
hogueras. La fábula (la terrible historia humana) se
rechaza por su horridez por la detestable manera que tiene de dañarnos;
y el tiempo, si podemos concebirlo, es solo una forma de
desintegrar al ser mismo en la nada. La duración aludida es
permanente, es un canto que febrilmente corrompe nuestra
necesidad, a veces ciega y visionaria, de vivir en el intento de
morir menos cada día. Todo ya ha sido dicho ¿qué queda sino
esperar el que hoy pase a ser ayer? He ahí el verdadero horror
de la existencia ya no solo hecho a partir de palabras, sino de
sensaciones cada vez más y más reales.
...Sólo los desesperados, /esos que soportan una
implacable soledad/horadando las cosas, podrían/develar nuestra
torpe carencia,/la vana sobriedad del espíritu/cuando nos asalta
el temor/de un mundo ajeno a los sentidos.
Los
desesperados, cuya convicción se anuncia aquí, son los que con
constancia luchan contra la implacable soledad de vivir, para
habitar en el plano de las esencias trascendentales. Son los que
no se conforman con las mismas respuestas. Los que van más allá
de toda duda y verdad. Aquéllos que saben de antemano que no hay
sobriedad que se resista, si en cambio ha de soportarse el temor
de un mundo ajeno a los sentidos en el cual, iluminados, todos,
debiéramos aspirar habitar. Solo el horadar las cosas en la
necesidad cuántica de hallarle entrañas a todo lo existente nos
alienta con convicciones profundas; pues entonces entendemos que
la luz lo dice todo y el espíritu es a la vez ciego y sabio en
la lírica eufonía de la sobria ebriedad. Y es ahí cuando lo
bello se torna terrible, como lo dijera Rilke, alguna vez, todo
ángel es terrible, porque si la belleza no sirve para darnos de
golpes y despertarnos entonces nada ha de importar en la vida.
Será
por eso que, la obra de arte ya no sólo ha de ser
considerada un objeto a la mano, sino también y, sobre
todo, fuente de verdad; siendo irreductible al mundo, no
como mero instrumento. La atención que se le tiene es por ella
misma y no como función o mecanismo. Tiene su propio mundo, que
ella misma abre y funda.
La
obra es apertura de la verdad, aun en un sentido más profundo y
radical: no sólo abre e ilumina un mundo,... sino que además,
al abrir e iluminar, hace que se haga presente ese otro aspecto
constitutivo de toda apertura de la verdad que la metafísica
olvida,... En la obra de arte está realizada la verdad no sólo
como revelación y apertura, sino también como oscuridad y
ocultamiento. Y por ello, los que han desesperado podrán, en
armonía con su búsqueda, entender la imperceptible tramoya que
a la vez anonada y cautiva
Qué esperarías, agotado de ti/ o una estéril música,/cuyo
resplandor al abismarse te anonadaría.
.
Así, se impone un reto para el que osa enfrentar la verdad es
una lucha cruel y subjetiva. En ella, toda melodía y
resplandor conduce al equívoco en una ambigüedad que nos
sorprende y extravía. Pues todos los mortales estamos llamados
al error desde que nacemos. Cualquier síntoma en la realidad
que nos permita comprendernos nos conduce a la rabia más
irredenta que existe, y de la cual no podemos salir. Será por
eso que toda condena, al final, es dulce y centuplicada de
laboriosidad metafísica.
Pero tú yaces oculto o simulas alejarte/de lo que, en
verdad, es tu único misterio:/en la innoble morada de la
realidad/nutres un sentido más hondo,/ del que ya ha cesado todo
vestigio humano.
Ocultarse en la propia magnitud de nuestra existencia diminuta
sin la posibilidad de alejarse de veras, asumiendo verdades y
misterios propios al hombre. La innoble morada de la realidad...ésa
que con su gesto y canto corrompe la hondura y la verdad y en la
cual el humano se halla inmerso sin poder huir, sin siquiera
poder enunciarse con lírica profundidad. Y ese reino de lo hórrido
existe. En el obtenemos las heridas que nos causan angustia, y en
el que descubrimos que pensar y poetizar hasta la inmanencia más
profunda nos otorgará, algún día, un paliativo existencial. En
ese reino, que padecemos como nuestro y al que nunca conoceremos
en su totalidad; concebimos posibles respuestas que jamás
terminarán por satisfacernos por completo .Pues, al final de
cuentas, la persona no es una cosa, una sustancia, un objeto. Con
ello quiero subrayar lo mismo que señala Husserl cuando
postula para la unidad de la persona una constitución
esencialmente distinta que para las cosas naturales. A la esencia
de la persona pertenece el poder solamente existir realizando
actos intencionales... El ser psíquico no tiene, pues, nada que
ver con el ser de la persona. Los actos se realizan, la persona
es un realizador de actos. Y esos actos, a fin de cuentas, lo
justifican y condenan a la vez con su golpe súbito y su dolor más
pleno.
Y destruyes / el reino de lo innombrable , que en ti
mismo habita
Porque
nada hay que perder si de antemano sabemos que lo hemos
perdido todo , si sabemos que no hay forma de huir de esta
muerte y solo nos resta poetizar la vida hasta hacerla más
suprema, incluso en este mundo de asco y protervia absoluta. En
ese sentido el hombre ha producido para sí el crecimiento ontológico
más grande la Poesía en un soliloquio del que solo disfrutan la
armonía de lo bello entre las manos y los ojos. Ha logrado
apropiarse de una ínsula tan extrañísima que la
permitido ser Dios y hombre ante un espejo. Un Dios de carne y
hueso que se avergüenza de sí mismo.
·
¿Qué esperarías? ¿Solo madurar, descendiendo, en una
materia más huraña que el polvo?
Y
ante la horrible evidencia , de saber que vivimos para terminar
siendo parte de la nada, si existe tal cosa, entonces qué queda
sino interrogar con impertinencia y olvidarlo todo u obligarnos a
resistir esa posibilidad que produce la náusea más grave en el
hombre. Las preguntas nos llevan a doblegarnos y escribir con
nuestros puños ardientes que todavía existe algo para resistir:
el arte. Pues nada puede hacer la filosofía para el
descubrimiento del ser, de la verdad; ahora toca al arte sacar a
flote la verdad, le toca a la poesía desvelar lo que el ser es.
La poesía es Epifanía del Ser; esto es, lo que asegura Heidegger.
·
Nada hay en los dominios frescos / del sueño o la
vigilia
Todo
ha quedado vacío, toda posibilidad de encontrarnos satisfechos
ni se logra dormido ni despierto. La insistencia de lo hórrido
es constante y no hay lugar para ocultarse y no hay forma de
evitar que el temor , o siquiera la duda, se apodere de nosotros,
ya que eso implicaría alguna forma de plenitud cotidiana, algo
que no se nos es permitido desde el momento que ha fracasado todo
y nuestras manos no pueden sujetar el aire...
·
Así/ he considerado con indiferencia mi vida,/ y ya
debemos marcharnos
Así
pues, la conclusión del poema nos lleva a la verdad .Asumamos
con indiferencia que lo hórrido está ahí hagámosle frente con
nuestras propias armas, resistamos hasta que no nos quede nada más
por hacer y sigamos la marcha de la existencia. Así, mientras
nos ahoguemos todavía encontraremos algún bote de salvación
para nosotros. Pues, ante la horrible verdad, lo que nos
queda es vivir; vivir tan intensamente una idea hasta ser puros,
como tal vez Ojeda quiso serlo algún día. Hagamos como él, no
cerremos los ojos jamás ante esa terrible realidad, asumamos que
nunca podremos definir lo que al ser le acontece sin razones ni
seguridades, pues si de algo tenemos la certeza es que no hay
respuestas para las incontables dudas que nos acometen desde que
nacemos hasta que encontramos el morir. Porque solo muriendo cada
día encontraremos razones para seguir la marcha de la existencia.
Hagámosle frente a lo hórrido, con nuestra impaciencia lúdica
y nuestra furia apocalíptica. No habrá Dios entonces que nos
resista.
Y
para concluir terminaremos con una cita trepidante del maestro Wittgenstein
"De
lo que no se puede hablar lo mejor es callarse".
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Fuentes
de consulta
García
Bacca, Juan David: nueve grandes filósofos contemporáneos y
sus temas, caracas, publicaciones del Ministerio de Educación
Nacional, España
Heidegger,M.
,¿Qué significa pensar?Ed.Nova,2ª.ed.,Buenos Aires,1964.
Ojeda
, Juan Eleusis. Gárgola 2 Colec.de poesía . Lima .
1972
Málaga
, Raymundo; Hacia el análisis liberto de la elevación lírica,
Editorial Norma, Barcelona ,1999.