Tres brevicuentos

 

Román Obregón Figueroa

 

 

Clon ni nada

 

Ruperto soñó (o fue persuadido) que él era la reencarnación del Inca Pachacútec.

“No por mi cara sino por mi pensamiento y mi destino”, estaba convencido de la misión que la vida le encomendaba.

El pueblo estaba dividido. Una parte vitoreaba; otros, sonreían sarcásticos; otros, ni frío ni caliente.

Para encaminar sus acciones hizo llamar al mejor chamán de la región, más bien soñador y lector de sueños enredados.

Después de escuchar al dignatario, el chamán expresó terminante y sardónico: “Lo siento, parecidos hay pero nunca iguales”.

Entonces fue acusado de terrorista.

 

 

La lección

 

Los pobladores de la barriada olvidada sembraron migajas de pan y cosecharon racimos de esperanza.

El mandatario de la nación recibió uno de esos racimos y, por primera vez, quedó turbado.

 

 

Por la calle paralela

 

Le decían Patucho, siempre sediento de ron. Dormía donde sus corvas doblaban la borrachera en sueño de roca.

Ayer, cuando despertó, no tuvo sed como otras veces. ¡Qué raro! Las calles estaban pobladas de gente que hacía tiempo no veía. Sin detenerse a pensar ni preguntar, emparejó sus pasos a los de los peregrinos.

Nadie hablaba. Patucho comprendió que los espíritus no necesitan comunicarse con palabras ni gestos.

 

 

Román Obregón Figueroa (Caraz, 1935) es narrador, poeta y periodista. En 1965 ganó los Juegos Florales de Poesía. En este mismo género, obtuvo el Primer Puesto en los Juegos Florales Nacionales convocados por la Municipalidad Provincial de Huarás (1997). En narrativa, es autor de los libros Un cuento la vida, Casimiro Leyenda y Taller de bagatelas.

 

 

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