WITTGENSTEIN Y SUS
PROBLEMAS FILOSÓFICOS
La pluma de nuestro Antón Fabián analiza los esquemas
conceptuales del filósofo austriaco Ludwing Wittgenstein, que fue reconocido como el más profundo del
siglo XX en especial por su contribución al movimiento conocido como Filosofía
Analítica.
Por Róger E. Antón
Fabián
“Siempre es
bueno en filosofía plantear una cuestión en lugar de dar una respuesta a una
cuestión.” 1
Wittgenstein
Ludwig Wittgenstein, considerado
como el filósofo más profundo del siglo XX, en vida solamente publicó un libro:
el Tractatus Logico-Philosophicus,
que influenció en gran medida a los positivistas lógicos del Círculo de Viena,
del que nunca se consideró parte. Tiempo después, el Tractatus fue severamente criticado por
él mismo en Los Libros Azules y Rojos
y en sus Investigaciones filosóficas,
publicados tras su muerte.
ideológicas que lo enturbiaban, y, desnaturalizaban el
pensamiento.
Bertrand Russell amigo también de Karl Popper, otro genio del siglo XX, había invitado a éste
-llegado recién a Inglaterra para ocupar una cátedra- a realizar una exposición
sobre el tema: “¿Hay problemas filosóficos?”, y con ello
hizo que ambos se encontraran en una celebrada reunión filosófica un día de
octubre de 1946. Para Popper afirmar algo parecido sobre la filosofía en relación
con el lenguaje era una tremenda frivolidad, intolerable para un filósofo de
esa altura y algo que además podía llevar a la filosofía a convertirse en poco
menos que una rama de la lingüística o en un mero ejercicio formal despojado de
toda significación relacionada con los problemas humanos; más bien éstos eran
la materia prima de la filosofía, y la razón de ser del filósofo buscar respuestas
y explicaciones a las más acuciantes angustias de los hombres.
Con la espada desenvainada Popper comenzó
su exposición, a partir de notas, negando que la función de la filosofía fuera
resolver adivinanzas y empezó a enumerar una serie de asuntos que, a su juicio,
constituían típicos problemas filosóficos; cuando Wittgenstein,
irritado, lo interrumpió, reinaba un silencio eléctrico entre todos los
filósofos británicos presentes, -hay quien dice que tenía un atizador en la
mano y que el propio Russell le ordenó soltarlo-
gritando, en dirección a Popper: “¡A ver, déme
usted un ejemplo de regla moral!. A lo que Popper
apacible dijo: “No se debe amenazar con un atizador a los
conferenciantes”.
Popper confiesa en su autobiografía Búsqueda sin término,
que, desde hacía buen tiempo, ardía de impaciencia por probarle a Wittgenstein que sí existían, y de qué modo, los problemas
filosóficos:
“Había leído el Tractatus de Wittgenstein
algunos años antes de escribir mi tesis doctoral...Para mí resultaba claro que
todos estos pensadores [los del Circulo de Viena] buscaban un
criterio de demarcación no tanto entre ciencia y pseudociencia
como entre ciencia y metafísica. Y también me parecía claro que mi antiguo
criterio de demarcación era mejor que el suyo. ” 2
Con la espada desenvainada Popper
comenzó su exposición, a partir de notas, negando que la función de la
filosofía fuera resolver adivinanzas y empezó a enumerar una serie de asuntos
que, a su juicio, constituían típicos problemas filosóficos; cuando Wittgenstein, irritado, lo interrumpió -reinaba un silencio
eléctrico entre todos los filósofos británicos presentes, y , hay quien dice
que tenía un atizador en la mano y que el propio Russell
le ordenó soltarlo- gritando, en dirección a Popper: “¡A
ver, déme usted un ejemplo de regla moral!”. A lo que Popper apacible dijo: “No se debe amenazar con un
atizador a los conferenciantes”.
Todo esto conlleva a reflexión y aunque pensamos que
toda la realidad se podría encerrar en términos descriptivos dentro de las
reflexiones filosóficas; quizá la clave del progreso esté en transformar los
términos en los que las preguntas se presentan ante nosotros. Los problemas
filosóficos admiten distintas formulaciones o enfoques: desde uno más bien
científico, hasta el metafísico o el ético y religioso.
El propio Wittgenstein
sostiene que la filosofía es una actividad que propiamente no tiene fin así
como que la razón humana tiene el destino particular de verse acosada por
cuestiones que no puede apartar, pues le son propuestas por la naturaleza de la
razón misma, pero a las que tampoco puede contestar, porque superan sus
capacidades.
Wittgenstein trata de enseñarnos
que todo lo que queda por hacer a los (buenos) filósofos es limpiar los
errores metafísicos que otros (malos) filósofos cometieron así como también
el liberarnos de los problemas, una aspiración a alcanzar una perspectiva
superior; una perspectiva que dé al filósofo que hay dentro de él mismo un
momento de paz; ésas serían las diversas “soluciones filosóficas”
que se alcanzan en diferentes momentos. Pero ello es muy sutil: haber dado
con una solución no quiere decir haber “acabado” con el problema
o con las ansias de la razón humana de encontrar soluciones. Tratar de acabar
con esa tendencia de la razón humana a plantearse problemas que le superan
sería equivalente a renunciar a nuestra misma capacidad de pensar. |
El hecho de que la concepción fundacionalista
de la filosofía haya fracasado, no significa el fin de la filosofía. La
filosofía puede seguir siendo, no la base de nuestra cultura, sino una
reflexión sobre la cultura y en ese sentido Wittgenstein
nos enseña que la virtud principal de la filosofía es ayudarnos a ganar en sensibilidad;
ayudarnos a hacer que las preguntas de otros sean auténticas preguntas para uno
mismo, teniendo en cuenta que depositar demasiadas esperanzas en una
explicación filosófica o en una teoría filosófica, equivale a “quedar
cautivos dentro de una imagen”. 3
Ahora quizá la habilidad que uno tenga para progresar
en filosofía depende sobre todo de la continua disposición para examinar los
fundamentos de las propias convicciones filosóficas, a nuestro modesto parecer
tanto las artes y la literatura sobre todo nos proporcionan verdades tan
importantes para la vida como la ciencia y la filosofía.
La filosofía moderna, al empezar por poner en duda el
valor de nuestras intuiciones ordinarias, ha terminado en un dilema
aparentemente insuperable: o cientificismo o relativismo, como si la única
alternativa al reconocimiento de la limitación de nuestro conocimiento fuera el
escepticismo. La clave para escapar de ese falso dilema está en advertir que
hablar de los límites de nuestra facultad de conocer es una forma moderna de
hablar. Y quizá los límites, contra los cuales (imaginamos) chocar al hacer
filosofía, son ilusorios (o, mejor, autoimpuestos).
La tarea de la filosofía es iluminar esas creencias:
mostrar cuándo y por qué consideramos que una opinión está bien fundada, o cómo
y por qué consideramos que un ser humano leal es mejor que un ser humano
desleal, que una persona capaz de amar es mejor que una persona incapaz de
amar, que una persona capaz de sentido de la comunidad, de ciudadanía, es mejor
que una persona que es incapaz de sentido de comunidad o de ciudadanía; pero no
proporcionar los fundamentos de tales creencias. Cuando damos explicaciones
sobre nuestra forma de actuar o de pensar, llega un momento en el que no
podemos explicar más y tenemos que decir, con Wittgenstein:
“he llegado a roca dura y mi pala se dobla (...). Así simplemente es como
actúo” 4
Quizá la diferencia con W consista en que mientras
concebimos la tarea del filósofo como hacer ver el misterio que los problemas
filosóficos manifiestan, Wittgenstein diría que su
último fin es hacer que los problemas desaparezcan completamente (cada vez que
aparecen).
Wittgenstein es quien ha heredado y extendido el pluralismo de Kant, al insistir en la idea de que ningún juego de lenguaje
merece el derecho exclusivo a ser llamado ‘verdadero’ o
‘racional’ o ‘nuestro sistema conceptual de primer
orden’, o el sistema que ‘copia la naturaleza última de la
realidad’, o cualquier cosa por el estilo. Esto implica, como es
evidente, que los juegos de lenguaje pueden ser criticados (o
‘combatidos’); que hay mejores y peores juegos de lenguaje, y,
además que nadie puede apelar, por tanto, a una racionalidad universal como
garantía de la verdad de sus afirmaciones.
Que el conocimiento y la verdad no tienen vida fuera
del contexto de los procedimientos reflexivos que adoptamos para tratar con
problemas que son esencialmente prácticos.
Esto es decir que nuestros conceptos y nuestra vida están
entretejidos. Empezamos a ver que la filosofía no se ocupa sólo de cambiar
nuestras concepciones, sino también de cambiar nuestra sensibilidad. El
resultado más importante que queda en quien estudia o enseña filosofía no es el
descubrimiento de unas doctrinas que le ayuden a encontrar un sentido en la
vida, sino el desarrollo de una mayor capacidad para apreciar la profundidad y
el misterio de lo que significa realmente ser humano.
Notas:
1 Ludwig Wittgenstein,
Observaciones Sobre Los Fundamentos de Las Matemáticas, Trad.
por Isidoro Reguera (Madrid: Alianza, 1987), 121.
2 Karl R. Popper. Busqueda sin término, una
autobiografía intelectual. Madrid. Alianza Editorial. 1993. p 128.
3 Ludwig Wittgenstein,
Investigaciones filosóficas, §115: "Una figura nos tuvo cautivos. Y no
podíamos salir, pues reside en nuestro lenguaje y éste parece repetírnosla
inexorablemente".
4 Wittgenstein, Investigaciones filosóficas, §217.