Te he de buscar
porque te quiero,
por hábito del alma, bajo piedras
sepultadas (silentes), pequeña y celeste,
te he de buscar.
Entre el azul
naciente, en las raíces hondas,
entre nubes vacías, en calles dormidas,
quebrantando los vientos, tras arco iris nativos,
te he de buscar.
Intentaré oír tu
rumor tras la historia, atravesando troncos
y selvas, pequeña alondra del cielo.
En el alfabeto y la geografía, el mar, el cielo y la tierra,
a la izquierda, te he de buscar.
Entre ruinas porque
sólo tú, estrella mía,
has encendido mi ocaso.
Tras los gemidos, en
mis manos, en la clorofila,
en los insomnios sordos, en los trigales,
por los caminos, tras la luna y la muerte, te he de buscar.
En el tiempo de
niños, en el mundo de arena,
entre cenizas y fuegos, te he de buscar.
En los libros, en mi
juventud remota,
en mis latidos, más allá de la ciudad y el jadeo,
entre las hebras del agua, en la ciencia,
y las joyerías, te he de buscar.
Para hallarte te he
de buscar en las latitudes,
en los termómetros, en las voces de muchachas extraviadas,
en los jovencitos que raudos se aman,
en las caracolas que para amar tienen que morir.
Sabedlo: te he de
buscar. Hacia lo lejos,
en tierras hurañas, en campos e iglesias,
con mi amor en pena, con mis ojos solitarios tras la muerte,
sobre lluvias y truenos, te he de buscar siempre;
porque te amo, te he de buscar. Ahora. Sabedlo.