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    Ricardo Ayllón

 



  

 

ARTE POETICA

 

¿Y si tentamos una mujer que no huya del ronquido de hojas quebrando su figura, o la fortuna de mejillas liberadas de sangre sin aroma y saliva fenecida?

 

Quizás merecimos siempre algún licor añejado en el misterio de todos los lamentos, o en la hondura irreversible de contemplar lo femenino hasta el dolor.

 

El nombre de la felicidad se olvida con el entusiasmo de sujetar las estaciones

impredecibles de la palabra, con un relámpago azotando el agrado de montar el lomo del adjetivo y la esperanza.

 

 

SIN QUERER DETENER EL VIENTO

Sin querer detener el viento que golpea el cristal de tus muslos blancos, voy creando el licor que refresque tu danza para amar.

 

Sorbiendo el brillo de ciertos manantiales, aún soy el ciervo de barro que se cuida de no desmoronarse antes de conocer el agua inagotable de tu vientre, soy la montaña pasiva que sólo conocen las bestias silvestres de tu pasado, el justiciero de la jungla que atormenta a tu piel.

 

Cuidándome de tus ojos grises, de la ceguera en que dormirán mis sentidos el día de buscar la matriz con que creaste esta pasión, moldeo la manera más humana de no alterar la forma de tus sueños, o el susurro perfecto de tus labios.

 

 

UN RIO PARA ELENA

 

 

 

El río empieza en tu nombre, Elena. Ni el puente ni las piedras se enteran del nombre que acabo de encontrarle a la corriente; sin embargo, mi voz no descuida el romance de los penachos sonrosados con la orilla.

 

El río escribe el color de tus ojos con cada pensamiento que los hombres hacen llegar, como miradas, a sus aguas. El río es un contagio, o una sonrisa de tu nombre; eso es, una lumbre que insiste en recordarme tu rostro desde el puente.

 

Se sabe que el cuerpo de se cauce es el de tu imagen

Reconocida frente a un espejo. Desnuda su claridad como música de tambores dedicada a apagar la sed del viento; todos oyen, cortan la sangre de mis oídos y repiten, Elena, que el río es la sonrisa y la historia de tu cuerpo.

 

Y se sabe, aún, que el callar  el físico envidiable del río que transpira desde el ande, callas tú, calla el ave, la memoria y la armonía de tu sangre fértil que alimenta mis palabras.

 

El río es una mujer, o un latido que gime, invierno arriba, una tonada aprendida en tu voz.

 

Empiezo en tu nombre, Elena, busco sobre el puente el reflejo tierno que las aguas muestran a la gente.

 

 

UN GATO NO ES UN PROYECTIL…

 

Un gato no es un proyectil de poca monta

es más bien la cerda gruesa de la  astucia.

 

Un gato tampoco es la piel de la habilidad hecha canción,

sin embargo podría ser un relato ágil concebido en su propia mirada.

 

Ningún felino canjea el rol de su canto con el

pelambre de los hombres,

ningún juego de garras que se estime libre.

 

Quizás por ello un gato deja habitar en sus zarpazos los

pensamientos vanos de su presa o la brevedad del tiempo.

 

Su piel es el ojo que necesita el hombre para ser mimado.

Su destreza es amada por el silencio.

por la premura.

 

 

 

CREACIÓN  

 

Entonces, Yavé formó al hombre

con  polvode la tierra…”     

Gén. 2, 7

 

 

Y para que el barro con que esmeras la

aventura de crear no pierda tu ilusión de

sobrevivir al tiempo y a la desdicha,

invócale la modestia de la serenidad como un

desafío sin limitaciones,

trázale un territorio neutro entre la

presencia y la oración,

elígele las formas de lo divino para el

lenguaje de los sentidos,

espera la luz en sus causas sin designios,

apártale sin recelos la voluntad de la pasión.

 

Sonríe, será tu imagen, tu semejanza.


   

 

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